Tanto Trump como Puigdemont intentan convencer al mundo y a sus seguidores de que sus casos responden a motivaciones políticas
NotMid 14/08/2023
OPINIÓN
JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA
El futuro de la democracia estadounidense depende de Donald Trump, el de la española, de Carles Puigdemont. Dos democracias en manos de sus victimarios. El primero enfrenta varios juicios. El más importante, según el pliego de acusación presentado por el fiscal especial Jack Smith el primero de agosto, consta de cuatro importantes cargos. El primero, conspiración para defraudar a Estados Unidos, acarrearía una pena de hasta cinco años. El segundo, que se relaciona con el intento de adulterar el resultado de unas elecciones y le acusa de intentar violar el derecho al voto de los ciudadanos, supondría hasta 10 años. El tercero y cuarto, con penas de hasta 20 años de prisión, se refieren al intento de impedir la proclamación oficial de los resultados electorales ocurrido el día 6 de enero de 2021 mediante el asalto al Capitolio.
Allí como aquí, las instituciones no encuentran precedentes para los casos que enfrentan: en Estados Unidos no se sabe si un presidente convicto podría concurrir a una elección, o si podría autoindultarse si fuera condenado estando en el poder. Aquí, la investidura de un gobierno, la gobernabilidad posterior del país o la repetición de unas elecciones están en manos de un fugado y de su partido político. Puigdemont y los diputados que le siguen no solo son responsables de intentar violar los derechos políticos de millones de catalanes y españoles, sino que reclaman como pago para facilitar la investidura de un gobierno que ya ha sido harto generoso con ellos que la democracia española se doblegue y acepte dos medidas anticonstitucionales: la amnistía y el referéndum de autodeterminación.
El asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 facilitó que muchos fuera de España pudieran contextualizar mejor lo ocurrido en España los fatídicos meses de septiembre-octubre de 2017 y dejar de ver el referéndum ilegal del 1-O como el enésimo acto del excepcionalismo español. Ambas democracias fueron cogidas desprevenidas, tanto política como jurídicamente, por los intentos de subvertirlas desde dentro de sus propias instituciones. Todavía hoy, tanto Trump como Puigdemont intentan convencer al mundo y a sus seguidores de que sus casos responden a motivaciones políticas e intentan hacerse con las llaves de sus gobiernos para así debilitar nuestras democracias.