El discurso antieuropeo de Abascal en Washington marca un punto de difícil retorno para Vox, que entrega su autonomía política a Trump
NotMid 21/02/2025
EDITORIAL
El feroz discurso antieuropeo que Santiago Abascal pronunció ayer en Washington constituye un punto de inflexión para Vox del que le será difícil regresar. El presidente del partido radical no solo descalificó a la Unión Europea como un lugar tenebroso y sin libertad condenado a la pobreza y el islamismo por culpa de sus «oligarquías», a las que incluso culpó de la guerra de Ucrania, sino que, con su declaración de sumisión al liderazgo mesiánico de Donald Trump, selló la renuncia de Vox a su propia autonomía política, en manos ahora de una potencia extranjera.
En un momento extraordinariamente crítico para Ucrania y para Europa, Abascal confirmó que el partido que nació como una escisión conservadora del PP de Rajoy ha mutado hasta integrarse de forma acrítica en un movimiento internacional de carácter iliberal que busca debilitar a la UE. En la Conferencia Política de Acción Conservadora, cita anual de los republicanos, Abascal aplaudió e incluso abanderó el discurso con el que J. D. Vance adelantó en Múnich el fin del vínculo transatlántico.
La reversión del orden moral y la traición a la verdad son insólitas. Según el dirigente de Vox, la época de mayor paz y bienestar en la historia de Europa, basada en el multilateralismo y el derecho internacional, ha sido «una de las más oscuras del mundo libre», y ya ha terminado.
Su alineamiento ya no solo con Trump y Viktor Orban sino con el relato falso de Vladimir Putin es inocultable. Abascal presentó a Europa como un lugar inseguro para las mujeres, arrasado por el islamismo, empobrecido por la «ideología woke» y secuestrado por «la cultura de la cancelación». Señaló como responsable a un único enemigo: las «oligarquías» europeas, dedicadas a hacer «negocio» en contra de sus «pueblos». A esos representantes populares y socialdemócratas los culpa también, como Trump y Putin, de la salvaje invasión de Ucrania. Es un discurso justificador de la crueldad rusa que choca de forma dolorosa con los orígenes políticos del propio Abascal como víctima del terrorismo nacionalista vasco.
Vox se dice «patriota», pero, en el plano económico, depende de un banco húngaro ligado a Orban que financia también a otros grupos extremistas; y ahora, en el plano político, ha decidido subordinarse a EEUU. Al mismo tiempo, Vox reivindica una «libertad» que ve anulada en Europa, donde toda la nueva miríada de partidos extremistas concurre legalmente a las elecciones, pero a la que no echa de menos en Moscú ni en Riad, escenario del inicio de las negociaciones para la miserable rendición de Ucrania.
Abascal tiene razón en que el mundo ha cambiado. Y en ese giro su apuesta es clara: debilitar a la UE de la mano de Trump, los Patriots y Putin. Ahora es Europa quien debe reaccionar; con pragmatismo, sí, pero con firmeza en la defensa de sus valores. En este sentido, Feijóo estuvo ayer en su sitio al identificar la causa ucraniana con la de Europa. Pero se avecinan tiempos muy difíciles. El dilema que afronta la derecha democrática europea es existencial, y de su correcta resolución dependerá la preservación del mayor espacio de libertades que hemos conocido. La primera estación es Alemania, este mismo domingo.