En la misma playa se le realizó una necropsia para averiguar de qué había muerto. Acabó con él el ámbar gris, una piedra que produce uno de cada 100 cachalotes muy cotizada en perfumería
NotMid 03/07/2023
Ciencia y Tecnología
A las 13.00 horas la marea había subido mucho, de modo que las olas comenzaban a pasar por encima del cachalote, que se encontraba muerto, varado en la orilla de la playa de Nogales, al noroeste de la isla canaria de La Palma.
El miembro de seguridad del Cabildo que acompañaba a los 10 veterinarios que se habían desplazado al lugar para realizarle la autopsia al animal dio orden de que la necropsia finalizara. No se daban ya las condiciones para que siguieran trabajando, estimó. Todos dejaron las herramientas tal y como se les indicaba y se alejaron del cachalote. Todos menos el responsable del equipo, Antonio Fernández.
El catedrático de Patología Veterinaria Forense del Instituto Universitario de Sanidad Animal, dependiente de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), no estaba dispuesto a rendirse sin acabar de resolver el enigma que los había llevado hasta allí: averiguar qué había matado exactamente al cachalote.
Su tozudez -friquismo, dice él- permitió no sólo despejar esta incógnita sino hacer un descubrimiento totalmente inesperado. Se sumergió en las entrañas del animal y salió de allí con la causa de la muerte entre las manos, una enorme piedra a simple vista, un tesoro en realidad, ya que se calcula que podría alcanzar hasta 500.000 euros en el mercado.
“El de seguridad del Cabildo dijo: ‘No se trabaja más’. Pero yo… Todos me conocen, llevo 40 años de patólogo, soy un friqui, hasta que no acabo algo, nada…. Le dije: ‘Yo tengo que terminar’. Me acerqué al animal y entré por la parte que estaba abierta del abdomen para inspeccionar la parte que me faltaba por ver, el final del colon. Meto las manos, entro hasta el final y toco algo durísimo. Qué hace esto tan duro aquí. Claramente era una obstrucción. Estaba como envuelto y enganchado en esa parte del intestino. Saco como una piedra de 50-60 centímetros, que me costó porque pesaba nueve kilos y medio… Las olas por encima del animal. Cuando me doy la vuelta hacia la playa, todo el mundo mirándome. No sabían qué traía entre las manos. Yo sí sabía ya en ese momento que era una piedra de ámbar gris“, relata apasionadamente el momento del hallazgo el propio Antonio Fernández.
En los 25 años que lleva al frente del Instituto Universitario de Sanidad Animal, Fernández ha realizado autopsias a medio centenar de cachalotes -a unos 1.400 cetáceos en total sólo en Canarias, calcula- pero nunca antes se había topado con el mítico ámbar gris. De hecho era la primera vez que veía esta rarísima piedra, que sólo produce uno de cada 100 cachalotes, muy cotizada en el sector de la perfumería desde hace siglos porque contiene ambreína, un alcohol que fija el olor, haciendo que dure mucho más tiempo el perfume.
“Por lo que me cuentan no han conseguido fabricar la sustiancia artificialmente, de ahí que tenga un valor importante. La anécdota simpática es que ya en el libro de Moby Dick se decía que no saben estas señoras y señores tan perfumados que lo que realmente llevan puesto es caca de ballena”, cuenta entre risas Fernández mencionando uno de los grandes clásicos de la literatura. La cita textual, tal y como la escribió Herman Melville en la obra publicada en 1851, es la siguiente: “¿A quién podría ocurrírsele, pues, que damas y caballeros exquisitos se deleiten con una esencia surgida de las tristes entrañas de una ballena enferma? Y sin embargo es así”.
El proceso de formación del ámbar gris en las entrañas de los cachalotes se inicia tras la ingesta de presas que tienen partes duras, como por ejemplo los calamares, muy habituales en la dieta de estos cetáceos y cuyos picos córneos son indigeribles. “En algunos casos”», se lee en el informe que Antonio Fernández y su equipo han realizado tras la autopsia, “el material duro continúa su recorrido por el sistema digestivo, que en estos cetáceos cazadores consta de cuatro estómagos que preceden a 200 metros de intestinos“.
Para amortiguar el dolor que provoca el paso de estos picos por el intestino, el cachalote segrega una sustancia grasa rica en colesterol que envuelve y cementa las piezas punzantes, dando lugar así a las piedras de ámbar gris.
En algunos casos el animal las excreta y acaban flotando en el mar o llegando a las playas. La hemeroteca recoge muchos ejemplos de afortunados que han encontrado alguna en la orilla. Como el tailandés Surachet Chanchu, que se hizo con una pieza de 16 kilos en diciembre de 2019. O los dos presentadores alemanes que, a finales de 2021, grabando un programa de televisión en Manacor (Mallorca), hallaron un trozo de 1,7 kilos, valorado en unos 80.000 euros. Su precio oscila entre los 30.000 y los 80.000 euros en función de su calidad.
En otras ocasiones, sin embargo, el animal no logra expulsar la piedra y ésta sigue creciendo de tamaño atrapada en el intestino. Es lo que le sucedió al cachalote protagonista de esta historia, al que el ámbar gris acabó provocando una infección. “Las bacterias pasaron del intestino a sangre y de ahí a los órganos vitales causándole una sepsis hemorrágica“, explica Antonio Fernández telefónicamente desde el Instituto Universitario de Sanidad Animal, en Las Palmas.
En sus dependencias se encuentra la piedra actualmente, metida en una caja y conservada en las condiciones de temperatura y humedad indicadas por expertos en ámbar gris. La Universidad está ya en contacto con laboratorios especializados en este producto para calibrar la calidad de la piedra y qué valor podría tener.
¿Qué se hará con ella? Si se pregunta a Antonio Fernández, él es partidario de que vuelva a La Palma y de que, si se obtiene algún beneficio de su venta, repercuta en los afectados por el volcán. No está en cualquier caso el veterinario forense muy preocupado por la repercusión económica del hallazgo y sí por la científica. “Para mí lo más importante es haber resuelto la pregunta de qué le causó la muerte, que es mi trabajo”, dice.
Hemos comenzado este reportaje por el final, cuando el 23 de mayo pasado encontró el ámbar gris, pero en realidad la odisea arrancó dos días antes, el 21 de mayo. Antonio Fernández acababa de aterrizar en el aeropuerto de Madrid cuando le comunicaron que un cachalote muerto había aparecido en una playa de La Palma. Regresaba de Chile, “donde casi 10.000 leones marinos han muerto por gripe aviar“, explica el motivo del viaje. El experto español se ha convertido en una referencia internacional en sanidad de mamíferos marinos y lo llaman de cualquier parte del mundo cuando hay una mortalidad inusual de cetáceos. Ha estado en Taiwán o Irán, por ejemplo.
Su fama y la del Instituto que dirige se afianzó cuando en 2002 resolvieron el misterio de los 18 zifios -una especie de ballena que se mueve en aguas profundas- que aparecieron muertos en las costas de Fuerteventura y Lanzarote. El responsable, concluyeron, fue un sónar antisubmarino que se estaba usando en unas maniobras militares.
La información en los días previos a las elecciones del pasado 28-M de que se iban a realizar nuevas maniobras militares en el sur de las islas provocó bastante polémica en Canarias. “Hubo quien escribió a los medios diciendo que si iban a matar a los cetáceos, que iba a haber un desastre ecológico…”, explica Antonio Fernández. Puesto que el cachalote se halló horas después de que se celebraran estas prácticas -que incluyeron el lanzamiento de misiles-, averiguar que lo había matado cobró especial relevancia.
En principio se planeó usar una grúa para arrastrarlo al mar, llevarlo al Puerto de La Palma y de ahí al vertedero, donde se haría la autopsia. Pero el cable de sujeción no aguantó las 20 toneladas de peso del cetáceo. “Entonces decidí que le haríamos la necropsia en la playa, llevar allí a 10 veterinarios y veterinarias», cuenta Fernández.
Un vídeo grabado por una de las primeras personas que vieron al animal les facilitó información muy útil sobre lo que iban a encontrar. “Vimos claramente que el animal llegó vivo casi a la orilla, que había muerto dentro de las 12 horas antes de que se hiciera el vídeo”, explica Fernández. Se trataba de un ejemplar macho joven -unos 20 años de edad, calcula-, de 13 metros y unas 20 toneladas de peso.
“Comenzamos a hacer la necropsia 36 horas después de muerte, un tiempo que nos permitía aún hacer una necropsia en condiciones. Teníamos desde las nueve de la mañana hasta la una del medido día porque subía la marea. En esas 4-5 horas podíamos investigar todo el aparato digestivo y la cavidad torácica pero no la parte de la cabeza, que es más complicado”, explica
. Tras abrir el animal, nada más ver las hemorragias que presentaban los órganos vitales, como el corazón y los pulmones, descartaron una muerte por intervención humana y elaboraron una hipótesis que resultó de lo más acertada: “Ya tenemos mucha experiencia y pensamos que el origen de esas hemorragias era un septicemia y muy probablemente de origen intestinal”.
Continuaron abriendo los cuatro estómagos del cachalote y confirmando así sus sospechas. “En un animal de este tipo puedes encontrar 80 kilos de calamares en los estómagos, pero éste tenía muy poco alimento, lo que indicaba que estaba enfermo”, cuenta Fernández.
Se centró luego en los intestinos -“llegamos a trabajar como Jonás dentro de la ballena”-, pero la grasa hacía que se resbalara. “¿Ustedes no tendrán una escalera?”, preguntó a los operarios del Cabildo pensando en colocarla en el otro lado, en el lomo del animal, y desde allí continuar la disección. “El escabel [así llaman a esta pequeña escalera en La Palma] me permitió subir por encima del animal y entrar por detrás. Pero en ese momento me resbalé y caí dentro de la cavidad abdominal. Entonces noté un golpe en mi culo, algo muy duro“, cuenta de nuevo entre risas. No lo sabía aún, pero acababa de toparse con la fabulosa piedra de ámbar gris.
Agencias