La apuesta de Pedro Sánchez es peligrosa. Ni España ni Europa pueden cambiar la dependencia de EEUU por la de una dictadura
NotMid 22/03/2025
EDITORIAL
El acercamiento a China en el que Pedro Sánchez ha embarcado a España, y al que pretende empujar a Europa, no puede ignorar los riesgos que el régimen autoritario entraña para la economía y las libertades en el continente.
Tras reforzar los lazos con Pekín en los últimos años, y precisamente al término del Consejo Europeo en el que se visibilizó la debilidad de la reticente posición española sobre el plan de rearme, Sánchez no solo confirmó que en abril se reunirá con Xi Jinping, sino que reivindicó la necesidad de que Europa se «entienda» con esta «gran potencia», erigiéndose en puente para ello. La estrategia presenta importantes peligros de los que la Comisión Europea ha advertido públicamente.
Los argumentos del presidente son teóricamente razonables: Europa requiere diversificar su política exterior tras la retirada del paraguas de seguridad de EEUU, y necesita multiplicar sus alianzas comerciales para contrarrestar la guerra arancelaria de Trump. Sin embargo, si bien China es un socio comercial importante, ni España ni la UE pueden permitirse sustituir su tradicional dependencia de Washington por la de una dictadura con enormes aspiraciones.
Esa es la visión de la Comisión, que en su reciente Libro blanco sobre la Defensa sitúa a China como una amenaza para la seguridad de la UE. No solo porque «tiene el segundo gasto militar más alto del mundo y está expandiendo rápidamente sus capacidades militares». También porque es un «Estado autoritario» que «busca cada vez más afirmar su autoridad y control en nuestra economía y sociedad». Es decir, que utiliza los lazos comerciales para penetrar decisivamente en otros países.
Tales claves parecen ausentes del proyecto de Sánchez, que desde hace tiempo se ha convertido en el máximo valedor europeo de Pekín. En septiembre, y mientras estaba de viaje oficial en China, el presidente incomodó a la UE al abogar por reconsiderar los aranceles al coche eléctrico chino, votación en la que España pasó del sí a la abstención.
Tras ese giro estaba la amenaza de sanciones al cerdo español, pero también la promesa de suculentas inversiones. De hecho, su embajador en España aseguró este jueves que China ha decidido «agradecer» el cambio de posición de Sánchez en Bruselas invirtiendo 10.000 millones de euros en nuestro país. Todo ello en un contexto económico de gran desequilibrio para España, porque compramos a China mucho más de lo que le vendemos. El año pasado ese déficit comercial supuso el 94% del total español (40.276 millones de euros).
El vuelco geopolítico protagonizado por Trump requiere un cambio de mentalidad en Europa que pasa por ampliar sus alianzas. En ese sentido, China es un socio que ofrece grandes oportunidades, pero acompañadas de considerables riesgos, como demuestran su falsa neutralidad respecto a la guerra de Ucrania y su sistemático respaldo a Putin.
Además, si a Trump se le reprocha una política exterior tansaccional que prima a ultranza los intereses nacionales, lo mismo puede decirse de Xi Jinping. Ampliar las relaciones con Pekín obliga a protegerse frente a su probada ambición de utilizar su influencia global para ganar poder geopolítico.