Hay algo patológico en la obsesión de Sánchez por dar la nota cada 12-O; lo de hacer esperar en el coche a los Reyes es de aurora boreal
NotMid 12/10/2022
OPINIÓN
EDUARDO ÁLVAREZ
Que los ciudadanos se sientan más identificados con la tortilla de patatas y el gazpacho o con las selecciones deportivas que con cualquier institución, incluida la Monarquía, no deja de ser un signo de normalidad y da la razón a Rilke y aquello suyo de que la patria de cada cual es la infancia. Pero el 5,1 raspado que recibe la Corona en identificación de los españoles con los diferentes símbolos e imaginarios intrínsecamente ligados a esta nación siempre tan discutida representa una llamada de atención a la Jefatura del Estado.
Como la botella se puede ver medio llena o medio vacía, un aprobado como el que refleja la encuesta para este periódico es motivo más que de celebración cuando difícilmente ninguna otra institución en este país nuestro tan averiado en lo institucional recibiría ni de lejos un 5 en afinidad ciudadana. Pero entre las muchas singularidades de la Monarquía destaca el que estemos ante la única institución política que para su propia supervivencia en el siglo XXI necesita el afecto popular. Quien encarna el Poder Judicial puede pasarse cuatro años con el mandato caducado y al frente de un Consejo sumido en el más absoluto descrédito, como ha hecho Lesmes hasta este 12-O, sin que importe una higa.
O un presidente del Gobierno puede recibir salvas de abucheos ya sea en el Desfile de la Castellana o allá donde vaya sin que ello tenga por qué guardar relación con su bolsa de votos. Pero ningún Rey aguantaría hoy en el trono sin despertar amplias muestras de simpatía entre la población por cuanto es un símbolo esencial de la nación. Que Don Felipe logre por el modo en que ejerce sus funciones una nota mucho más alta de la otorgada a la institución que encarna, como reflejan otras encuestas, es consecuencia de lo muy deteriorada que dejó la Corona su anterior titular, y de esfuerzo de Sísifo que debe realizar el actual Rey para devolverle todo su prestigio.
En realidad, prestigiar las instituciones en su conjunto debiera ser objetivo prioritario para la próxima legislatura. No sabemos si al presidente del Gobierno el Desfile por la Fiesta Nacional le parecerá como a Rajoy «un coñazo». Pero hay algo patológico en esto de dar la nota cada 12-O. Si creíamos insuperable el intento de Sánchez y su esposa de suplantar a los Reyes en el besamanos de Palacio, lo de hacerles esperar dentro del coche porque el inquilino de La Moncloa no estaba donde debía ya es de aurora boreal. Qué daño hace colocar continuamente a la Corona en tesituras de polarización. No ha hecho pocos esfuerzos, no, este Gobierno para que los españoles se sientan más identificados con la tortilla que con el Rey.