NotMid 19/10/2022
DEPORTES
Fue un partido de los llamados alegres y esos también sabe embolsárselos el Madrid, con el suspense habitual. Nadie gana más ni mantiene durante más tiempo la cuota de pantalla. En su primera versión, el equipo de Ancelotti tuvo mejor gusto que remate. Marcó un gol, le anularon dos más a Benzema (más un tercero tras el descanso, en noche de bandera alzada en el VAR) e hizo sonar los violines. En su segunda versión, levantó el pie, guardó fuerzas y aseguró los puntos con algún sobresalto. Fútbol control lo llaman y es costumbre en el líder, que se siente cómodo en esa zona de alto riesgo, quizá porque sabe que le sobran futbolistas para sacarle del apuro. El Elche también tuvo dos caras. La del segundo tiempo, más guerrera, tampoco le dio para el empate.
Ancelotti, que lo ha visto todo en el fútbol, sabe que el día después lo carga el diablo. Lo explicó bien con su alineación en Elche al limitar mucho la rotación, juntar por segundo partido consecutivo a Kroos y Modric, las vías respiratorias del equipo, y aumentar en un par de puntos el atrevimiento: Rodrygo, en su condición de gran reserva, como tercer punta y Alaba como lateral de asalto para abrirle un hueco a Rüdiger, otro vicetitular. Ancelotti se sentía en deuda con el alemán desde el partido de Varsovia, donde una cabezonada suya le dio un punto al Madrid. En cualquier caso, con un once de semilujo, el italiano le mandó al equipo el recado de que ni el mundo ni la temporada se acaban ganando el Clásico. Un equipo versátil que le permitía a Rodrygo permutar de extremo a segunda punta y a Valverde de tercer centrocampista a exterior derecho.
La noche del VAR
Almirón también cambió poco, porque le fue bien en Valencia. Solo tres novedades y una de ellas casi obligada, Boyé, su mejor rematador, eterno maillot de la combatividad, que no pudo estar en Mestalla por sanción. Por detrás de él quedó un equipo de máxima protección con dos planes: defender muy abajo y en una lengua de césped muy estrecha para ralentizar el tráfico del Madrid y una presión selectiva tras pérdida para buscar el efecto sorpresa. Pero no hay buen plan que no estropee Vinicius, para el que aún no se ha encontrado vacuna. Su velocidad marca la diferencia en esta Liga. Con su primer esprint, en jugada de alta costura cocinada toque a toque, le dio un gol a Benzema que el VAR invalidó por fuera de juego. El segundo tuvo el mismo camino, el remate del francés lo sacó cerca de la línea Carlos Clerc y en la continuación de la jugada Valverde aplicó un zurdazo brutal que puso en ventaja al Madrid. Fue el séptimo gol del lider desde fuera del área y el sexto del uruguayo en la temporada. Ha roto a disparar, por prescripción de Ancelotti, y vuela hacia el pronóstico de Kroos, que le sitúa en el top tres mundial. Esos cañones fueron monopolio del fútbol alemán durante décadas, así que el ocho del Madrid sabe de lo que habla.
Después del 0-1 quedó un partido estupendo, porque el Madrid lo disfrutaba y el Elche no lo entregaba. Allí mandaba el toque de Modric y Kroos en un equipo sobresaliente en creatividad. Quedó como muestra un gol anulado a Alaba por medio gluteo de Benzema tras una doble pared al primer toque del austriaco. El VAR hubo de sacar esta vez el microscopio para detectar la infracción.
Sin embargo, el Elche, aun sometido por ese fútbol de encaje del Madrid, tuvo cierto filo. En un minuto encadenó dos disparos, de Nico y Boyé, que acabaron en paradas de Lunin, más exigente la primera que la segunda.
En cualquier caso, el Madrid se marchó al descanso con la frustración de haber dejado poca huella en el marcador después de un buen rato de fútbol de fantasía. El arte no suele estar bien pagado.
Otro Elche, otro Madrid
El segundo Madrid, el que volvió del vestuario, tuvo más que ver con lo que describió Xavi horas antes en Barcelona: un equipo de bloque bajo con las orejas tiesas para el contragolpe. Los partidos del Madrid, como el año, tienen cuatro estaciones. Así que durante unos minutos el Elche cayó sobre el área blanca para solo cazar una volea a la grada de Boyé. Salir sin Tchouameni, que no ha acabado de empoderarse, deja un déficit notable en el equipo cuando no tiene la pelota.
El francés acabó por entrar para echar el ancla después de que le anularan el tercer gol a Benzema. Curiosamente, en los tres el infractor fue su asistente, Carvajal en este caso. Al Madrid había empezado a írsele la mano en su empeño de congelar el partido. Pudo costarle el empate en un cabezazo a quemarropa de Carlos Clerc que salvó por reflejos Lunin. El ucraniano ha guardado bien la finca en ausencia de Courtois. Y entonces, durante un instante, regresó la magia perdida. Rodrygo le devolvió de tacón una pared a Benzema y este se quitó un peso de encima con un remate raso imparable para Edgar Badía. Antes le echó un ojo a Gil Manzano, porque el VAR andaba con la escopeta cargada. Esta vez no quedaron dudas de la legalidad del tanto, que fue el punto final. Y lo puso el Balón de Oro. Y Asensio llegó a tiempo de adornar el triunfo. Por aprovechar los últimos minutos empieza la rehabilitación.