Llamar al exterminio de los judíos se lo puede permitir con relativa facilidad un izquierdista propalestino y mucho menos un neonazi
NotMid 13/12/2023
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
Un caballero David French escribe en el Times que la respuesta adecuada a la petición de exterminio de los judíos que se ha oído en los campus de algunas universidades americanas no es la sanción sino «un mejor discurso». No es, indudablemente, «mejor», pero se me ocurre un discurso que al menos empataría, y es el de llamar al exterminio de los palestinos. No hay «mejor discurso» posible cuando se llama al exterminio de judíos, palestinos, negros, blancos, mujeres, hombres, españoles o vascos: solo al empate vil puede aspirarse. Karl Popper debió haber acuñado la falsación moral para encarar la arbitrariedad de casos semejantes.
El mismo caballero French, al eco de la sesión en la Cámara de Representantes sobre el antisemitismo universitario, comparte uno de los reproches principales que se han hecho a las tres rectoras interrogadas, una de las cuales -la de Pensilvania- ha tenido que dimitir de su cargo. El reproche es la hipocresía. Contradiciendo su respuesta al brote antisemita, las autoridades académicas de Harvard o de Pensilvania aplicaron en el pasado tácitos o explícitos mecanismos de sanción cuando alguno de sus profesores o alumnos desafiaron la línea correcta en asuntos candentes vinculados con el género o la raza.
Es justo señalar estas hipocresías como tales, aunque el ejercicio esquive la hipocresía principal: y es que llamar al exterminio de los judíos se lo puede permitir con relativa facilidad un izquierdista propalestino y mucho menos -mucho menos- un neonazi. Pero aludir a la hipocresía no es más que una forma de orillar el problema, dándole además una respuesta muy caballerosa: no respondáis a la censura con la censura. La comparación, por lo demás, es moralmente impertinente. Enumerar las razones por las que el sexo biológico forma parte de los inexorables humanos puede ser para el Queer Harvard un delito de opinión. Y aunque no hay duda ontológica de que el llamamiento al genocidio tiene de base una opinión: «Los judíos deben morir», yo aplicaría al examen del asunto una cierta prudencia analógica. Por si se tratara más bien de un delito de lesa opinión. Por si, glosando al valeroso Sebastián Castellio, llamar a la muerte de un hombre no fuera defender una idea, sino llamar a la muerte de un hombre.