Este patético Gobierno español instrumentaliza al Estado para sus intereses electorales
NotMid 21/05/2024
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
En un momento de su balbuceante, mal pensado, mal escrito y mal leído discurso en el mitin de Vox, el presidente argentino se apartó un momento de los folios que a duras penas, pero con obligatoria unción, iba siguiendo con el dedo y luego de uno de sus chafarrinones sobre las élites, improvisó un penoso anacoluto: «Digo. Aun cuando tenga la mujer corrupta, digamos, se ensucia y se tome cinco días para pensarlo». Y este patético Gobierno español, por boca de su ministro más patético, si la gradación fuera posible, instrumentaliza al Estado para sus intereses electorales, acusa al presidente argentino de injerencia en los asuntos internos y llama a consultas, con solemnidad ridícula, al embajador español en Argentina. A las pocas horas, y como resulta obligado, su homólogo patético en la oposición, el novelista Esteban González Pons, asiente: «El discurso es, desde luego, una intromisión en la política nacional».
Oh, cielos: intromisión e injerencia. Como si el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, no hubiese apoyado explícita y enfáticamente al rival electoral de Milei, Sergio Massa. Como si no hubiese seguido al pie de la letra su costumbre de no felicitar a los que le ganan las elecciones, caso de Feijóo y también de Milei. Como si hace tres días no hubiera recibido a Milei en España llamándole «uno de los líderes principales de la Internacional ultraderechista». Intromisión e injerencia. Como si desde hace años la izquierda presidencial latinoamericana no hubiera aprovechado cualquier oportunidad para verter sobre España y su Estado y sus instituciones acusaciones de complicidad con genocidios y de mantener vigente el colonialismo. Salvo en el extremado caso del Gobierno nicaragüense de Daniel Ortega, nunca esos discursos, que incluyeron a veces párrafos flamígeros, promovieron la llamada a consultas del embajador ni esa teatrera farsa ofendida.
Siguiendo la jurisprudencia de Carmen Calvo respecto a aquel instante célebre en que un Pedro Sánchez dijo que el 1 de octubre de 2017 fue una rebelión, el presidente argentino, Javier Milei, nunca ha llamado corrupta a la mujer del presidente, como nunca llamó representante del Maligno en la Tierra al Papa Francisco. Eso lo hizo y lo ha hecho un líder ultraderechista -es obligatorio importar la lengua presidencial-, que solo ha pisado España para asistir a un mitin de Vox -sí, es cierto, es pisarla mucho, pero así es la vida- y que incluso, y aun en pleno acelerón anacoluto, tuvo la inadvertida prudencia de extender el beneficio de la duda a la señora Gómez, corrupta, digamos.