La primera ley de acumulación del capital electoral reza así: Lo que cuenta es la percepción pública de la realidad, no la realidad misma
NotMid 12/03/2023
OPINIÓN
MANUEL ARIAS MALDONADO
Entre los highlights del pasado 8-M destaca un vídeo donde aparecen las ministras socialistas cantando con brío detrás de una pancarta. Oímos: «¡se va a acabar / la dictadura patriarcal!». Luego hay momentos de virtuosismo: alguien hace coros («¡se va a acabar!»), mientras el resto contiene el verso triunfante («¡la dictadura patriarcal!»). Y aunque la otra parte del gobierno se movilizó por su cuenta, su mensaje era el mismo: quienes nos gobiernan dicen creer que esa dictadura existe.
Como diría el veterano de Vietnam al que interpreta John Goodman en El gran Lebowski, al menos es una teoría. Pero hay que preguntarse cuál es la relación que guarda con la sociedad española de ahora mismo. Y la respuesta es que no demasiada. Dejando aparte la contradicción performativa que supone cantarle alegremente a una dictadura, el patriarcado es una interpretación de los hechos sociales que no concuerda con la realidad empírica: ningún observador imparcial puede sostener que las democracias occidentales se organizan alrededor de la opresión sistemática de la mujer.
Por desgracia, el eslogan dificulta la búsqueda de la igualdad efectiva entre los sexos. Tal como dejó sentado la filósofa Janet Radcliffe Richards, las políticas de igualdad deben combatir la discriminación sexista de la mujer, no lidiar con cualquier mal padecido por ellas; más que de beneficiar a un grupo, como querría una parte del feminismo, se trata de eliminar un tipo particular de injusticia. Para ello, hay que identificar con rigor los obstáculos sexistas que puedan hoy requerir la intervención pública.
De ahí que no valga cualquier denuncia: cuesta creer que los exámenes del MIR discriminen a las mujeres, como se nos ha dicho, solo porque ellas obtienen algo peor resultado que ellos. A cambio, debemos preguntarnos para qué sirve un Ministerio de Igualdad que no aborda el problema de las guarderías públicas: si fueran abundantes y gratuitas (o baratas), facilitarían la vida de muchas familias y ayudarían a reducir la brecha salarial por la maternidad. He aquí una tarea más apropiada para nuestros gobernantes que la de organizar la vida sexual de los ciudadanos.
Ahora bien: ¿qué importancia tiene como sean las cosas, al lado de cómo se cree que son? Así reza la primera ley de acumulación del capital electoral. O sea: lo que cuenta es la percepción pública de la realidad, no la realidad misma. Por eso se canta contra dictaduras imaginarias: porque dan votos. Al menos, hasta que dejan de darlos.