La razón única del discurso del 3 de octubre de Felipe VI fue la tardanza del gobierno del presidente Rajoy en aplicar el artículo 155. Y la orden, apenas implícita, fue aplicarlo, como se hizo, 24 días después.
NotMid 04/10/2022
OPINIÓN
ARCADI ESPAÑA
La madrugada del 24 de febrero de 1981 el Rey de España, Juan Carlos I, apareció en la televisión vestido con uniforme de capitán general y dio una orden a los militares amotinados en cuerpo y/o alma: cumplan la Constitución. Este es el párrafo: «Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el palacio del Congreso, y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes del Estado Mayor que tomen las medidas necesarias para mantener el orden constitucional». La tarde del 3 de octubre de 2017, el Rey de España, Felipe VI, vestido de civil, dio una orden al Gobierno del Estado: cumplan con la Constitución. Este es el párrafo: «Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional».
La razón única del discurso del 3 de octubre, decidido bajo el shock del intento de referéndum ilegal, fue la tardanza del gobierno del presidente Rajoy en aplicar el artículo 155. Y la orden, apenas implícita, fue aplicarlo, como se hizo, 24 días después. En sus memorias de aquel tiempo Rajoy sangra por la herida de ese párrafo. Aunque en gallego, naturalmente: «Sus palabras nos animaron y creo que lo mismo pudieron sentir todas las personas que estaban dando la batalla legal contra el secesionismo: me refiero a los policías, jueces, fiscales o funcionarios. Escucharon al Rey decir que ‘es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional’, y eso es lo que todos estábamos haciendo. Supongo que ellos lo agradecieron tanto como yo». No, no lo podía agradecer, porque lo que demostraba el párrafo del discurso del Rey era, justamente, que no todos estaban cumpliendo con su responsabilidad.
El discurso del Rey del 3 de octubre convoca grandes sentimentalidades constitucionalistas. Está bien que así sea porque los constitucionalistas no andan precisamente sobrados de emociones positivas. Por vez primera vez en 40 años una alta autoridad del Estado habló a los catalanes no nacionalistas como si fuesen catalanes. Tienen razón los catalunyeses: fue un discurso de parte. De la parte de la razón y de la democracia, y de advertencia y condena a todos los que se habían levantado contra ellas. Es justo recordar todo esto. Pero sin olvidar lo decisivo: a quién fue dirigido el discurso y con qué terminante instrucción.