Sus mejores activos, como Inés Arrimadas o Begoña Villacís, deben decidir dónde jugará un servicio más útil su patrimonio político
NotMid 14/01/2023
EDITORIAL
EL DECLIVE que arrastra Ciudadanos desde sus últimos resultados electorales ha cristalizado en la pugna por su liderazgo, que se ha saldado a favor de la candidatura respaldada por Inés Arrimadas y encabezada por Patricia Guasp y Adrián Vázquez. Si ya había evidencias de su debilidad orgánica, la exigua participación de la militancia en la votación ha sido el corolario a la lucha cainita que puso en marcha Edmundo Bal contra la portavoz parlamentaria. Apenas el 49% del censo, alrededor de 3.800 afiliados, ejercieron su voto en unas primarias que han corroborado el estado que atraviesa una formación cuyo final no se compadece con el éxito que llegó a aglutinar en defensa de la moderación, la racionalidad y la modernidad constitucional.
La victoria de la candidatura de Arrimadas es coherente con la línea liberal de un partido alumbrado por un grupo de intelectuales hace más de tres lustros, precisamente, bajo los principios de libertad, igualdad, laicismo, bilingüismo y Constitución. Cs era un partido sin hipotecas que surgió de la rebeldía cívica frente al nacionalismo, ante la conllevancia de los dos grandes partidos. Esa fuerza moral le permitió erigirse en alternativa de gobierno en Cataluña, en un momento en el que el independentismo atropelló los derechos de ciudadanía de la mitad de los catalanes.
Ello, unido al atractivo de perfiles profesionales que se sumaron al proyecto, permitió a Cs dar el salto a la política nacional. Sin embargo, la estrategia seguida a partir de la eclosión de su éxito en las urnas está en el origen de la cadena de errores que aboca a Cs a su final. Especialmente, por desaprovechar el capital de 57 escaños acumulado en las generales de abril de 2019. Pero también la decisión previa de no postularse a la presidencia de la Generalitat o la posterior de respaldar la moción de censura en Murcia son baldones de los que el partido no se recuperará.
En todo caso, ya de nada le sirve a Cs lamentarse del pasado. Para qué engañarse: no hay ninguna posibilidad de que la formación obtenga una mínima representación influyente en los próximos comicios municipales y autonómicos ni en las generales. Y, sin embargo, los escasos sufragios que consiga arrastrar pueden provocar un enorme daño a las formaciones más cercanas a los valores de centrismo reformista que ha representado, en un momento de singular encrucijada para el país marcada por la crisis institucional, con el Gobierno de Pedro Sánchez en manos de los independentistas.
Cualquier proyecto de centralidad debe integrar los valores que definen a Cs. Sus mejores activos, como Inés Arrimadas o Begoña Villacís, deben decidir dónde jugará un servicio más útil su patrimonio político. No es un momento cualquiera. El regeneracionismo, la defensa la España constitucional surgida del 78 y un firme europeísmo sustentado en una relevante labor en Bruselas merecen tener continuidad, al margen del futuro de estas siglas.