NotMid 05/01/2023
OPINIÓN
ANTONIO LUCA
Sin otro plan mejor que el de estrellarse, un grupo ciudadano se echó de nuevo hasta la sede del PSOE en Madrid, meca del rosario en coro, para dar un paso más en sus protestas contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Como los rezos en coro ofrecen, de momento, un resultado menos espectacular del deseable, a alguien se le pasó por las sienes la ocurrencia de sacar un muñeco gigante imitando al presidente del Gobierno, colgarlo de la extensión curva de un semáforo alto de la calle Ferraz e invitar generosamente a los convocados a desfogarse atizando palos, patadas o puñetazos (al gusto) contra el papel maché de la cabeza y el cuerpo de trapo.
La convocatoria tuvo eco: el PSOE hizo saber su malestar y el PP aprovechó para exigir al partido de Sánchez que amplifique su indignación incluyendo entre los agravios inaceptables las cosas del Rey y algunos arañazos contra la imagen de Feijóo.
Comprometido como estoy con el derecho a la libertad de expresión, confío en que la cabalgata de los ultraderechistas convocados (¿ultraderecha es un insulto? Ay) sea cuestionable y poco más. Recordemos que en la cárcel hay gente encerrada por descargar una ira equiparable contra una imagen de la monarquía o de algún cuerpo de las fuerzas de seguridad del Estado.
En casos como el de los ciudadanos que ondean el exvoto de Sánchez atado a una soga por el cuello y cargan todo el odio que les cabe en los riñones donde cayó el vino de la cena de Año Nuevo, no conviene perder de vista a la banda de Vox. Este es el nivel que tenemos. El nivel político. El nivel adversario. El nivel rasante del debate público. Cuando llegan los datos del informe PISA sobre el rendimiento de los estudiantes españoles, los políticos siempre se reservan una frasecita que decir. ¡Y Vox la dice! Es la risa. Un sindiós.
Ya tienen a su perro sanxe colgado (del pescuezo en vez de los pies). El asunto sería grave si España fuese un país de mejores modales. Tal y como estamos, lo raro es que quienes permanecen de guardia en la calle Ferraz hayan tardado hasta Nochevieja. Unos dieron garrotazos de ciego a la piñata y otro exhibió contra el pingo un excitado juego de puños. Escogieron golpes porque hacer fuego dispara las ganas de mear. (Da igual lo que arda: foto de Rey, imagen de presidente o bandera). Y mear en la calle hace un efecto feo. Da mejor en cámara el siniestro batazo al muñeco confundiendo así el pasacalles inane con la vulgar expresión de un desacuerdo.