China ha dejado de ser tierra prometida para muchas compañías, que no saben si tendrán que detener su producción por nuevos bloqueos
NotMid 18/06/2022
ASIA
China se ha quedado atrapada en su perenne estrategia de Covid cero. Es la única gran economía que no ha salido todavía del bucle pandémico de principios de 2020: continuos cierres de ciudades enteras por un puñado de contagios, apagón en megacentros de fabricación mundial como Guangdong y congestión en el puerto de Shanghai, el más transitado del mundo. En los últimos tres meses, 87 de las 100 ciudades más grandes del gigante asiático por PIB han estado bajo algún tipo de restricción.
El golpe interno está dejando una descontrolada desaceleración del crecimiento. El externo: otro tortazo a las mermadas cadenas de suministro globales y el éxodo de muchas empresas y grandes inversores. Una encuesta realizada en abril por la Cámara de Comercio de la Unión Europea en Pekín reveló que el 23% de los encuestados estaba planteando trasladar las inversiones a otros mercados.
China seguirá siendo un gran mercado y no se librará de la etiqueta de ser la fábrica del mundo. Pero ha dejado de ser tierra prometida para muchas compañías internacionales que, hastiadas de no saber si mañana tendrán que detener su producción por nuevos e improvisados bloqueos, buscan asentarse en nuevas tierras, mirando más al Sudeste Asiático. Aquí es donde entra Vietnam.
Habituado a jugar en la primera división del consumo global, suministrando ropa, zapatos y electrodomésticos al resto del mundo (según un análisis de Nomura, un banco de inversión japonés, la economía de Vietnam se vio impulsada en casi un 8% debido al cambio en la producción durante la guerra comercial entre Washington y Pekín), el país asiático ahora se está convirtiendo en un centro de fabricación mundial en el campo de la electrónica, sobre todo en los demandados semiconductores.
Con los aranceles más altos y los inconvenientes de la guerra comercial, ahora agravados por las interrupciones provocadas por el enfoque de tolerancia cero hacia el coronavirus, son muchas las empresas que están girando hacia el vecino asiático, también bajo un régimen comunista, pero que fue de los pocos países que no experimentó una contracción económica durante la etapa dura de la pandemia en 2020 y 2021. Este año, según el Banco Mundial, se espera que el PIB de Vietnam crezca alrededor del 5,5%.
Gigantes de Corea del Sur como Samsung y LG Electronics ya están cerrando algunas fábricas en China y aterrizando en Vietnam. A principios de junio, una de las noticias del mercado fue que Apple, por primera vez, está sacando parte de la producción de iPad de China y pasándola a Vietnam. Grupos electrónicos chinos como Luxshare Precision Industry, Goertek y el ensamblador taiwanés de iPhone Pegatron, también han tomado ese camino.
El proveedor automotriz alemán Brose, que tiene 11 fábricas en China, está estudiando fijar una nueva ubicación de producción en Vietnam. Lego, de Dinamarca, anunció que construirá una fábrica de 1.000 millones de dólares (935 millones de euros) cerca del centro comercial del sur de la ciudad de Ho Chi Minh, uno de los proyectos de inversión europeos más grandes en el país hasta la fecha. “Vietnam será uno de los principales beneficiarios del cambio de las cadenas de suministro”, asegura Raphael Mok, de la consultora Fitch Solution.
Un informe de Moody’s Analytics destaca que son muchas las empresas europeas que están centrando su atención en Vietnam en detrimento de China, visto cada vez como un sitio de producción poco fiable por la política de cierres bajo la estrategia nacional del Covid cero. “En Vietnam, copado de trabajadores migrantes, los salarios son más bajos que en China -donde el salario medio anual aumentó de unos 5.120 euros en 2010 a 13.670 en 2020- y tiene una clase media en rápido crecimiento”, dicen en Moody’s. Además, la UE y Vietnam ratificaron un acuerdo de libre comercio en 2020, que incluía un pacto de inversión. El comercio bilateral aumentó a 49.000 millones de euros en 2021, el doble que una década atrás.
Otro argumento que tiene Vietnam a su favor es que se está convirtiendo en un actor clave para aliviar la escasez de semiconductores. En 2001 ocupaba el puesto 47 en exportaciones de productos electrónicos, mientras que el año pasado ya estaba dentro del top 10 gracias a que cuenta con importantes inversiones como Samsung, LG, Canon y Panasonic. Intel, el fabricante de dispositivos integrados más grande del mundo, ha invertido 1.300 millones de euros en su planta de pruebas y ensamblaje de chips vietnamita desde que se instaló allí en 2006, y el año pasado se comprometió a gastar 475 millones más para ampliar la fábrica. El gigante tecnológico estadounidense Amkor también está construyendo una fábrica de empaques de semiconductores de última generación para poder aprovechar la fuerte demanda.
“Vietnam se ha convertido en un nodo clave de la cadena de suministro para la electrónica de consumo”, opina Vishrut Rana, economista en Singapur de la agencia de calificación S&P Global Ratings. “Pero es muy difícil igualar la escala y el alcance de las cadenas de suministro de China, únicamente para productos muy específicos, como semiconductores o partes de vehículos eléctricos, podrían mudarse a Vietnam u otros países del Sudeste Asiático”, apunta Rana.
El sector de fabricación de chips es una parte importante de la próspera industria electrónica vietnamita, que en 2020 representó alrededor del 44% del volumen total de exportación. En EEUU, los semiconductores de Vietnam ya representan el 30% del total de importaciones de estos productos.
Agencias