Las expectativas de recesión, la crisis energética, la cronificación de la guerra en el este y la llegada de nuevos partidos populistas al poder marcan el futuro inminente para Europa
NotMid 10/10/2022
EDITORIAL
El ciclo de turbulencias que se abrió para la Unión Europea con la salida del Reino Unido, se convirtió en tragedia sanitaria con la pandemia de 2020 y giró hacia lo inimaginable con la invasión rusa de Ucrania, entra en su momento culminante, en el muy anticipado y temido invierno de 2023. Las expectativas de recesión económica, la crisis energética, la cronificación de la guerra en el este y la llegada de nuevos partidos populistas de derechas al poder en Italia y, quizá, Suecia, marcan el futuro inminente para Europa.
Una parte del bagaje de estos años nefastos es positiva: el brexit terminó y se convirtió en un ejemplo aprovechable para los europeístas. La opción nacionalista ha agravado todos los problemas del Reino Unido que justificaron el referéndum de 2016. También la respuesta al coronavirus demostró que la Unión Europea funciona, que es capaz de desarrollar políticas más eficientes que las de cualquiera de las otras grandes potencias y con efectos obvios para la población. Incluso la invasión rusa a Ucrania ha mostrado el valor de la UE: Rusia, el opuesto iliberal y autoritario de la Unión, está perdiendo la guerra que empezó y eso no sería posible sin el apoyo a Ucrania de todos los países europeos. En cada uno de estos retos externos, la Unión Europea se ha reivindicado, ante el mundo y ante sus ciudadanos.
El problema, en realidad, es interno. Durante décadas, la Unión Europea construyó su éxito sobre la tensión entre las políticas socialdemócratas y las liberal-demócrata cristianas, dos agendas complementarias que se hilaron en el gran proyecto colaborativo de la UE. Ahora, la discusión ha abandonado ese eje izquierda-derecha y se ha trasladado a la confrontación de un polo europeísta y otro nacionalista, reforzado en este invierno del descontento por la victoria de la próxima presidenta de Italia, Giorgia Meloni.
¿Qué posibilidad tiene el polo europeísta de hacerse fuerte? Incierta, si sus líderes no actúan como tales. La retirada de Angela Merkel ha dejado a la Unión Europea sin su ejemplo moral y de gestión. Su sucesor, el socialdemócrata Olaf Scholz, no ha atendido hasta ahora al principio de solidaridad que es la base de la Unión. Regateó a sus socios en las cuotas de acceso al gas y, después, se adornó ante su electorado con una rebaja fiscal. Sin ese modelo de altura de miras, todos los socios, incluida la Francia de Macron, acuden a la UE con la prioridad de defender su interés particular. Sin una mirada que vaya más allá, la Unión Europea seguirá en crisis.