Pasó dos años en Rota y fue su última misión como marine. Ahora está encarcelado en Australia acusado de espiar para China, a la espera del juicio en mayo. Él y su esposa lo niegan con rotundidad. “Esta lucha contra los servicios de inteligencia de EEUU y Australia es como David contra Goliat pero sin tirachinas”, dice su mujer.
NotMid 26/04/2024
MUNDO
La última misión como marine de Dan Douggan se llevó a cabo en España. En las instalaciones americanas de la base de Rota adonde llegó precedido de una aureola de capacitación a la que pocos pilotos profesionales acceden. Con una sonrisa arrebatadora, 31 años y pinta de haber protagonizado alguna de las secuelas de Top gun, sus compañeros, subordinados o no, lo trataban sin exageración como a una especie de «gurú», que es la calificación extraoficial con la que en EEUU se refieren a los marines que han conseguido sacar adelante el curso de instructor de armas y tácticas, carísimo, para el que había sido seleccionado personalmente, y después del cual los elegidos se convierten en las voces con autoridad en los entrenamientos de un escuadrón.
En la base gaditana estuvo desde febrero de 2000 hasta octubre de 2002 con una graduación de mayor, pilotando diariamente uno de los aviones más complicados de la flota aérea como es el AV8B Harrier Harrier, un aparato de ataque a tierra con capacidad de despegue y aterrizaje vertical y corto, diseñado por completo por la compañía norteamericana Mc Donald Douglas. En aquella época, los Harrier eran los aeroplanos que operaban en la guerra de Afganistán, y Dan Douggan los hacía despegar con maestría y enseñaba como manejarlos en el portaaviones Príncipe de Asturias, bajo las órdenes entonces, según asegura la familia del piloto, del comandante José Verdugo. Completada esa misión y sin que se tengan noticias de que Douggan volviese a pisar suelo español, o el suelo de la endogámica base de Rota, el marine, nacido en Boston, se liberó de los compromisos con su país y decidió buscarse la vida explotando sus habilidades en el sector privado.
El suyo fue un periplo aventurero y exótico que, sin embargo, acabó con sus huesos en una cárcel de máxima seguridad australiana acusado de violar, presuntamente, la Ley de exportación de servicios de defensa, la Ley para el control de la exportación de armas y de incurrir, también presuntamente, en blanqueo de capitales. En roman paladino, Australia y EEUU le acusan de espionaje por haber entrenado a pilotos del ejército chino en China y en una escuela ubicada en Sudáfrica, y sobre él está pendiente una solicitud de extradición solicitada por EEUU, que tenía que haber sido analizada en la Corte australiana la semana pasada pero cuya vista ha sido aplazada hasta el próximo 24 de mayo.
«Estoy avergonzada y enfadada», dice a Crónica Saffrine, su esposa, «avergonzada por la posición de nuestro Gobierno, de complicidad con el gobierno de EEUU, incurriendo más allá de toda duda en una falta de cuidado sobre mi marido, sobre los ciudadanos y sobre nuestros niños». Al Ejecutivo australiano acabará llamándolo «perrito faldero».
Tras su intensa época de entrenamiento en Cádiz, Dan Douggan se mudó a Australia a vivir. Era, efectivamente, otoño de 2002. En 2011 conoció a Saffrine y un año después renunció a la nacionalidad estadounidense para adoptar la australiana. Según la acusación, a esas alturas ya llevaba unos años (con la nacionalidad norteamericana, por tanto) entrenando a pilotos chinos en China, desde noviembre de 2009 hasta noviembre de 2012, año en el que toda la familia se mudó al país asiático. Según el gobierno estadounidense, en 2008, el Departamento de Estado ya le había advertido de que debía registrarse en la Dirección de Controles comerciales y solicitar permiso para entrenar a una fuerza aérea extranjera, pero, siempre según la acusación, no lo hizo y, también según la acusación, conspiró con otras 30 personas, que formaban parte de la Academia de Vuelo de Prueba de Sudáfrica para exportar servicios de Defensa. Aparte del adiestramiento a los pilotos chinos, el entrenamiento incluiría un avión bimotor comprado en EEUU y exportado a Sudáfrica.
El caso es que toda la familia, excepto Dan Douggan, regresó a Australia en 2018. Él no volvería hasta 2022, tras conseguir sin ningún problema una licencia de aviación que le fue revocada sorprendentemente en cuestión de semanas. Sería detenido en septiembre de 2022.
Sus familiares, y también medios de comunicación como la CNN, contextualizan su detención, que puede acabar con una condena de 65 años de prisión, se produjo en un periodo de especial tensión entre EEUU y sus aliados por la actitud expansionista que se estaba detectando en China. «Vender nuestras habilidades de guerra no es distinto a vender nuestros secretos, que pueden ser usados contra nosotros en el futuro», alegó entonces Mike Burgess, el director general de Seguridad australiana. Un argumento que Douggan, en su primera comparecencia judicial por videoconferencia, negó. Aseguró que únicamente había adiestrado a civiles chinos, no a militares, y que todo el conocimiento que les había transmitido estaba en fuentes abiertas.
Saffrine Douggan, que se ha manifestado junto a sus hijos pequeños ante los juzgados siempre que ha podido, explica que su marido se encuentra en la prisión de máxima seguridad de Lithcow, confinado en aislamiento en una celda de 2×4 metros desde mayo de 2023, «por unas acusaciones de hace doce años». Antes, desde el día de su arresto, habría estado en dos centros penitenciarios más en iguales condiciones. «No le está permitido hablar con otros presos, no le pudimos encontrar durante seis semanas porque había sido secuestrado por la policía federal australiana», asegura su mujer a Crónica. «Es extraño que no hayan sido acusados ni otros miembros del ejército norteamericano, ni ningún otro de los trabajadores de la escuela sudafricana. Está claro que Dan es víctima de la guerra fría entre EEUU y China y este es un caso político que no debiera existir en nuestra democracia», añade.
Según la descripción de su esposa, el piloto sólo puede hacer una hora de ejercicio al aire libre, prerrogativa que se le denegó en los siete primeros meses de encarcelamiento. Los prisioneros no tienen ni la ropa de cama en condiciones, los inviernos en la prisión de Lithcow son heladores y los veranos calientes como un horno, y sólo puede recibir visitas durante una hora cada semana. «Está intentando mantenerse sano psíquicamente», señala Saffrine Douggan, que ha intentado presentar el caso ante el Vicepresidente del Comité de Derechos Humanos australiano sin conseguir ser recibida. «Tengo cinco niños a los que mantener con un salario de un trabajo a tiempo partido un solo día a la semana», dice.
«El sistema legal australiano se ha convertido en injusto sugiriendo incluso que Dan puede defenderse a sí mismo cuando ni siquiera tiene un ordenador para preparar el caso. Es como la lucha entra David y Goliat pero no tenemos tirachinas y es terrorífico ir contra el gobierno estadounidense, sus agencias de seguridad y nuestras propias agencias de seguridad. El Gobierno australiano, se ha convertido en el perro faldero del estadounidense», concluye la esposa del acusado, que aun así alberga la esperanza de que en mayo las cosas tomen un nuevo rumbo. Todo en la otra punta del mundo. Lejísimos de los cielos gaditanos surcados hace 20 años por el AV8B Harrier Harrier de Dan Douggan.
Agencias