La ausencia de Sánchez de la Cumbre Iberoamericana es consecuencia de sus graves errores en una región estratégic
NotMid 15/11/2024
EDITORIAL
Con su ausencia de la XXIX Cumbre Iberoamericana, que hoy se cierra en la ciudad ecuatoriana de Cuenca, Pedro Sánchez evita afrontar las consecuencias de su errática política en América Latina, que ha llevado a romper la histórica función de neutralidad de España en esta región. Su inhibición en este cónclave, tras las crisis diplomáticas abiertas con Argentina, Venezuela y México, refleja la pérdida de influencia de España en un espacio que todos los gobiernos de la democracia, sin distinción de siglas, han considerado estratégico para nuestro país. Su decisión aboca al Rey a ejercer la máxima representación española sin el respaldo de la segunda magistratura del Estado en una cita que, tradicionalmente, el Gobierno no solo secundaba sino en la que actuaba como artífice.
La Moncloa alega la crisis de la DANA para justificar la inasistencia a Sánchez, la tercera de un jefe de Gobierno español desde 1991. Sin embargo, la gravedad de la tragedia en Valencia no impidió al presidente acudir esta semana a la Cumbre del Clima en Azerbaiyán ni confirmar su presencia el próximo lunes en el G-20. Si Sánchez no va a la Cumbre Iberoamericana, de por sí devaluada por la ausencia de la mayoría de los líderes, es porque quiere sortear los efectos de su deriva en América Latina.
España, como corresponde a su ascendencia histórica, ha ejercido entre los países latinoamericanos un papel neutral que ha sido erosionado durante este mandato. Con sus giros abruptos y sin consenso en política exterior, el Gobierno ha minado el estatus de España en la comunidad iberoamericana, que debería ser comparable al de Francia en la Francofonía y el Reino Unido en la Commonwealth. Además de seleccionar la asistencia a las tomas de posesión de los distintos mandatarios en función de su ideología, lo que ha obligado a Felipe VI a acudir en solitario a muchas de ellas, el Gobierno acumula conflictos diplomáticos con países de peso.
A la retirada de la embajadora española en Buenos Aires, una decisión desproporcionada e irresponsable pese a las invectivas proferidas por Javier Milei, se suma el choque con Caracas. La tibia reacción de La Moncloa al inmenso fraude electoral de Maduro resulta indisociable del oscuro papel de la embajada española, y de Zapatero, en la salida coaccionada de Edmundo González. Además, tal como ha señalado la UCO en el marco del caso Koldo, Sánchez autorizó el viaje de la vicepresidenta chavista Delcy Rodríguez a Madrid, un escándalo ocultado durante seis meses. El veto de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum al Rey en su toma de posesión es otro efecto de la secuencia de desaciertos del Ejecutivo.
La fragilidad de la posición española en América Latina no solo daña los intereses geopolíticos de nuestro país, sino que socava la función histórica de España allí donde, precisamente, más debería ejercer su liderazgo.