Nadie puede echar a Sánchez porque sus socios se agarran a él con una fidelidad creciente. Están recibiendo prebendas y no es momento de denunciar la corrupción y provocar su caída
NotMid 25/11/2024
OPINIÓN
RAÚL DEL POZO
El Gobierno está secuestrado y acorralado por su propio aparato. Antes la legislatura dependía de los secesionistas; ahora depende de los errores y corrupción de su propia dirección y está a merced de un delincuente que puede hacer que estalle el partido que gobierna. Los separatistas y los partidos anticonstitucionales son su único apoyo; cuanto más débil esté el Gobierno, más dinero y referéndums le sacarán. Si el partido no reacciona puede quedar deshecho. Los periodistas y los jueces han cumplido con su deber y están dejando desnudo al dirigente máximo. Aunque ahora hay que probar sus acusaciones. Si se sigue con la táctica de culto a su personalidad, se hará el ridículo con un político que no puede salir a la calle porque provoca motines.
En el Congreso Federal del PSOE hay pánico al whatsapp y a lo que puedan soplar los presuntos implicados que constituían una banda al mando de Aldama, que los corrompía y distribuía las mordidas. Se teme que haya coincidencias entre el relato de la UCO y las confesiones de Aldama.
El asunto más problemático es que nadie puede echar a Sánchez porque sus socios se agarran a él con una fidelidad creciente. Están recibiendo prebendas y no es el momento de denunciar la corrupción y provocar la caída del Ejecutivo que tanto les ha ayudado, lo que les dejaría sin poder, cuando Pedro Sánchez está dispuesto a aguantar mil días. El presidente se crece en los escándalos y es el único que manda. Sabe que no hay posibilidad de una moción de censura. Sigue gobernando con menos diputados de los que tiene el PP.
Los padres de la democracia pensaban que el mal sobresaliente de la política es la tiranía de la mayoría. Pero aquí de lo que se debe hablar es de la tiranía de las minorías. Tanta es la prisa para echar al Gobierno de Sánchez que se tira de la manta con una banda de delincuentes. La expresión viene de la expulsión de los judíos, cuando se colgaban mantas con los nombres de los judíos conversos. El dicho se aplicaba a los perseguidos. En el Retablo de las maravillas cervantino, no ven los prodigios los que no tienen la sangre limpia. Ahora lo que se va a saber es quién dice la verdad, si el gran corruptor o un Gobierno sitiado para el que han sido muy útiles los engaños.