Hace un mes, Shigeru Ishiba ganó por sorpresa la carrera por el liderazgo del PLD, que lleva décadas gobernando. Convocó elecciones anticipadas y su partido se ha desplomado.
NotMid 28/10/2024
ASIA
Shigeru Ishiba (67 años) llegó a ser noticia en la prensa de su país por comerse 12 cuencos de ramen en un día y por aparecer en un mitin disfrazado de Majin Buu, un personaje de Dragon Ball que lanza rayos a sus enemigos y los convierte en chocolatinas que luego se come.
El pasatiempos favorito de Ishiba es construir maquetas de barcos y aviones de guerra. Apoya que se legalicen los matrimonios entre personas del mismo sexo y que las mujeres casadas puedan conservar su apellido y no adoptar por obligación el de su marido. También se ha mostrado abierto a que una mujer pueda heredar el trono, rompiendo la barrera legislativa que prohíbe que una fémina esté al frente de la dinastía real.
Se define a sí mismo como un “liberal conservador” y lleva muchos años construyéndose el perfil de político moderado que busca limpiar las corruptas y oxidadas entrañas de un partido político muy conservador que ha gobernado Japón durante 65 años.
Hace un mes, este ex banquero ganó por sorpresa la carrera por el liderazgo del Partido Liberal Demócrata (PLD). Era la quinta vez que se presentaba a las primarias. Como su formación dominaba entonces el Parlamento con una mayoría aplastante, Ishiba fue elegido primer ministro y convocó unas elecciones anticipadas que se celebraron este domingo con un duro golpe para el actual líder: la coalición gobernante -formada por el PLD y el partido conservador Komeito- perdió la mayoría por primera vez desde 2009 y ahora tendrá que buscar nuevas fórmulas para poder gobernar. Los analistas no descartan que Ishiba, tras el fracaso en las urnas, pueda incluso presentar su dimisión en los próximos días.
Sólo dos mujeres
Después de ser elegido primer ministro y convocar elecciones, Ishiba formó un nuevo gabinete incluyendo tan solo a dos mujeres. Una decisión muy criticada por la oposición y parte de la prensa local, aunque también recibió elogios por formar un equipo en el que ninguno de sus ministros estaba conectado con el escándalo de comisiones ilegales que acabó por desgastar a su predecesor, Fumio Kishida.
La cuna de Ishiba está en Tottori, la prefectura menos poblada de Japón. Conoce la cara más deprimida y despoblada del país, y por ello parte de su agenda la está centrando en políticas para revitalizar el mundo rural, aunque él ni mucho menos viene de una familia humilde.
Cómo casi todos los líderes que ha tenido Japón, ha crecido en la cómoda burbuja de una dinastía política. Es hijo un ex ministro del gabinete. Aunque Ishiba trabajó en la banca antes de entrar en política después de la muerte de su padre, lleva 38 años ocupando un asiento en el Parlamento. Ha sido ministro de Agricultura y de Defensa.
Durante su carrera se ha posicionado como uno de los principales críticos hacia la cúpula del PLD, especialmente contra la facción más a la derecha, la que lideraba el ex primer ministro Shinzo Abe. Cuando saltó la trama de financiación política irregular de más de 500 millones de yenes (alrededor de tres millones de euros) de la que se habrían beneficiado varios peces gordos del PLD, Ishiba fue de los primeros en pedir la dimisión de Kishida.
El actual líder apoya el histórico aumento del gasto militar y quiere fortalecer aún más la alianza de seguridad con Washington. Eso sí, pide que esta asociación sea más igualitaria y que Tokio reduzca su excesiva dependencia a EEUU para su defensa. Su propuesta más llamativa es formar lo que ha llamado una “versión asiática de la OTAN” para disuadir a China, a la que ve como el principal peligro en la región, aunque también ha defendido la importancia de mantener un diálogo regular con Pekín.
Ishiba, tras ser nombrado primer ministro y al ver el recelo general que generaba ese plan militarista de la “OTAN asiática”, calificada por él mismo hace un par de semanas como una “visión de futuro”, rebajó el tono consciente de que no tendría sencillo impulsar la agenda de defensa que le gustaría. Menos ahora tras el derrumbe del PLD en las urnas. El líder tendrá que apoyarse más que nunca en su socio de coalición, que aboga más por continuar la política pacifista heredada de la posguerra.
Agencias