La seguridad y el respeto a la democracia no pueden están reñidos, sino que van de la mano
NotMid 06/02/2024
EDITORIAL
Con el aval de estar derrotando al crimen organizado de las maras, que mantenía subyugado a El Salvador, Nayib Bukele ha revalidado su mandato presidencial con un abrumador 85% de los votos, en un país que lleva desde marzo de 2022 bajo un régimen de excepción y en el que las organizaciones internacionales han denunciado numerosas detenciones arbitrarias y torturas. El apoyo masivo a un político que se considera a sí mismo «el dictador más cool» se sitúa en el contexto de una población asfixiada por las bandas. Sin embargo, la seguridad y el respeto a los derechos humanos no pueden están reñidos, sino que van de la mano: allá donde no hay ley ni libertad, reina la violencia.
«Sin límites al poder no hay democracia», señaló acertadamente el salvadoreño Carlos Dada al recibir el Premio Internacional de Periodismo. El acoso a la prensa crítica, como la que encabeza el propio Dada, está laminando el debate democrático en El Salvador, donde el tejido civil ya era muy débil tras décadas de terror. La fascinación que despierta Bukele dentro y fuera de su país es innegable, pero su populismo punitivo y el acoso a la disidencia no son la respuesta para Latinoamérica, cuyos elevados niveles de corrupción y pobreza están ligados, precisamente, a los abusos históricos del populismo, ya sea de izquierdas o de derechas.