La deslegitimación de las instituciones lleva a una nueva Constitución basada en el conflicto, no en el consenso
NotMid 13/12/2022
OPINIÓN
JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA
Viniendo de una guerra civil y una dictadura, no debe sorprender que los padres de la Constitución hicieran descansar el funcionamiento de las instituciones sobre la necesidad de lograr amplios acuerdos entre las principales fuerzas políticas. Tampoco cabe criticarlos porque pensaran que esos consensos originarios se reeditarían con el tiempo, convirtiéndose el pacto en la cultura política subyacente que haría que el sistema constitucional funcionara.
Ocurre sin embargo que, al agotarse, como ocurre hoy, y eventualmente desaparecer, como parece que va a ocurrir, esa cultura política del pacto, el sistema constitucional no solo entra en profunda crisis sino que se asoma al colapso pues, como vemos, en ausencia del espíritu que la impulsa, la literalidad de la letra no le sirve para funcionar. Porque si las mayorías de 3/5 no se encuentran por la cerrazón de uno o de los dos grandes partidos, y no existen cláusulas de escape para forzar el desbloqueo, el sistema se convierte en uno dominado no solo por la irresponsabilidad sino por la impunidad. Rota la cultura del consenso, solo sería posible renovar dichos órganos por mayorías absolutas, pero esas mayorías van tanto contra la letra como contra el espíritu de la Constitución, así que suponen clavar el último clavo en su ataúd.
PSOE y PP debieran tener mucho cuidado con este atascamiento y deslegitimación constitucional en los que andan embarcados. Porque fuera de ese círculo de estabilidad constitucional que debieran representar hay actores políticos deseosos de certificar el fracaso de la Constitución del 78 y sacar una conclusión que les sería obvia y lógica: dado que el rígido procedimiento de reforma de la Constitución requeriría que PSOE y PP se pusieran de acuerdo, cosa que saben que no va a ocurrir, argüirán la necesidad de convocar un referéndum constituyente que diera paso a una Constitución que se aprobaría por mayoría absoluta en el Congreso y luego por mayoría de la voluntad popular en un referéndum. Esa sería una Constitución basada en el conflicto, no en el consenso, que nuestro país no podría digerir sin su profunda ruptura política e incluso territorial. Así que, PSOE y PP, antes de destruir el consenso, piensen en la alternativa.