NotMid 23/02/2023
Editorial
Cambiar de sexo es una decisión con consecuencias en ocasiones irreversibles que requiere un acompañamiento médico y psicológico exhaustivo desde el inicio hasta el final del proceso. El testimonio que recogemos en nuestras páginas lo pone de relieve con crudeza. Con 15 años Susana Domínguez decidió cambiar de sexo. Hoy, tras hormonarse y extirparse el útero y los pechos, encabeza la primera reclamación contra la sanidad pública española -en este caso, el Servicio Gallego de Salud- por diagnóstico incorrecto de disforia de género.
La joven fue atendida, sólo al inicio del proceso, por una psiquiatra y un psicólogo. Ahora, arrepentida, cree que ambos se equivocaron al no considerar sus problemas mentales (depresión y trastorno esquizoide) ni sus antecedentes familiares (seis parientes con problemas de salud mental). Esto ocurrió en la Galicia que gobernó Alberto Núñez Feijóo, donde la ley autonómica no desregula la autodeterminación de género con la osadía de la Ley Trans nacional, según la cual ni siquiera hace falta un aval médico.
La gravedad del caso impone una seria reflexión. Atribuir transfobia a quienes alertan de que estos procesos exigen madurez y un apoyo específico profundo y largo solo esconde los perjuicios reales que ya han comprobado países como el Reino Unido y que están empezando a asomar en España.