Cataluña emprende un camino incierto con Esquerra como partido fuerte gracias al respaldo de la Moncloa
NotMid 30/09/2022
EDITORIAL
El órdago que el president Pere Aragonès ha lanzado a Junts per Catalunya denota que Esquerra Republicana es el partido que, cinco años después del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, ha ganado la pugna nacionalista. Únicamente con el respaldo de la burguesía autonómica y del Gobierno central puede entenderse la capacidad de Aragonès para, en apenas dos días, plantear la fórmula de un referéndum pactado con el Estado sin haberla discutido antes con su socio en el Govern y, a continuación, destituir a su vicepresidente, Jordi Puigneró. Se trata de un golpe de autoridad que humilla a Junts y lo arrincona en un callejón sin salida, pues no existe solución buena para el partido: quedándose en la Generalitat o abandonándola, llegará herido a las elecciones municipales de mayo. Por el momento, Junts optó ayer por ganar tiempo y aplazar su decisión.
Con estos movimientos se confirma el proceso de sustitución que venía larvándose en Cataluña desde el fiasco de la Declaración Unilateral de Independencia. Los dos partidos que la llevaron al borde de la ruptura y a una incuestionable decadencia económica y social separan sus caminos. Con Oriol Junqueras y Carles Puigdemont enfrentados, ERC ha optado por relevar a la antigua Convergència como el pretendido partido del pragmatismo y la estabilidad. En ese proceso han colaborado el Gobierno y el PSC, que se perfila ya como el aliado natural de Aragonès junto a los comunes. Un giro evidente en el tablero político que rige en España desde la conformación del frente independentista en 2015.
La apuesta del president pasa por una suerte de ley de claridad canadiense que permita celebrar un referéndum acordado. La propuesta goza de la inconcreción suficiente como para que ERC y el PSOE puedan exhibir un «diálogo» que los satisfaga a ambos. Sin embargo, la aparente renuncia a la vía unilateral, debida en gran medida al encarcelamiento de los dirigentes del procés, en ningún caso garantiza la estabilidad política y la lealtad de los independentistas al marco constitucional. Persisten los motivos para la desconfianza, pues la naturaleza de ERC y la antigua Convergència no es la misma. Esquerra es un partido con 90 años de historia que tiene el debilitamiento del Estado como objetivo existencial y no coyuntural. La secesión de Cataluña sigue siendo su propósito; la diferencia es cómo alcanzarla. La fórmula consiste ahora en lograr una mayoría social suficiente que apoye la independencia en un referéndum pactado con el Estado. Cambian los medios pero no el fin.
En el horizonte están unos comicios que ERC encara con pujanza y Junts con especial vulnerabilidad: a la dominación de Esquerra se suma el grave conflicto interno que atraviesa el partido, dividido entre la radicalidad de los partidarios de Puigdemont, quien presiona para romper el Govern, y el posibilismo de quienes, como Jordi Turull, apuestan por una formación institucional que toque poder, y por eso retrasan la decisión sobre su continuidad en la Generalitat. Ayer venció esta segunda opción. Ocurra lo que ocurra, Cataluña emprende un camino incierto con Esquerra como partido fuerte gracias al respaldo de la Moncloa. La operación es cuando menos arriesgada.