Lagarde anuncia que a finales de 2024 terminará el último programa del banco sobre compra de deuda y empuja a los endeudados a la contención
NotMid 16/12/2023
OPINIÓN
CARLOS SEGOVIA
«Ya lo he hablado con mi querido Luis [dirigiéndose a Luis de Guindos] y si empiezo a toser mucho él se ocupa», advirtió al principio de la rueda de prensa en Fráncfort Christine Lagarde cuando compareció con el español para explicar unas decisiones del Banco Central Europeo que tuvieron el efecto inmediato de contener las subidas en Bolsa y un impacto a largo plazo aún por ver. Sobre todo para los países más endeudados del euro como España.
Recuperándose del Covid, Lagarde dio la noticia sobre las compras de deuda con voz tan atenuada que parecía poca cosa, pero no lo es. Fue cuando anunció que el último programa de compras de deuda para ayudar a los estados, el llamado PEPP creado en 2020 por la emergencia de la pandemia, dejará no sólo de comprar, sino de reinvertir lo que vence en títulos nuevos a partir de 2025. Es menos dinero (15.000 millones al mes) que la interrupción el pasado julio del programa más grande de la anterior crisis, el APP, pero al concluir también simboliza el fin de una política de lanzar salvavidas a los estados. La primera medida de enfriamiento fue limitarse a comprar lo que iba venciendo y ahora es dejar morir lo que queda en balance.
Todo esto significa que a partir de 2025 el BCE ya no comprará ni un bono más del Estado de ningún país miembro y dejará vencer con el paso de los años toda la deuda acumulada que en el caso español supera los 300.000 millones. Se trata de una reducción necesaria de balance del BCE y lo que llaman «una normalización de política monetaria» y busca empujar a los Gobiernos como el francés, el de Giorgia Meloni o el de Pedro Sánchez a reducir su deuda y déficit porque no dispondrán ya de un comprador seguro a buen precio de bonos. El sucesor de Nadia Calviño tendrá, por tanto, que lidiar con ese escenario, por eso sorprende que el Gobierno de coalición haya decidido para 2024 un nuevo techo de gasto récord sin que el llamado «plan de reequilibrio» con el que lo acompaña valga ni para pipas, según se deduce del informe descalificatorio de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal.
La receta de Lagarde es que los Gobiernos tienen que ayudar al BCE a no tener que subir más los tipos para sujetar la inflación reduciendo gasto y deuda y fomentando el crecimiento. «A medida que se desvanece la crisis energética, los gobiernos deberían seguir recortando las medidas anticrisis que tomaron», sostuvo en pleno debate del Gobierno de coalición sobre lo impopular de retirar en enero las rebajas en el recibo de la luz o el gas. «Es esencial para evitar presiones inflacionistas a medio plazo», djo. ¿Y si no lo hacen? «Política monetaria aún más restrictiva», advirtió. Y en plena preparación de los Presupuestos por parte de María Jesús Montero, así cree la francesa que deben ser en todo el euro: «Deben orientarse a hacer nuestra economía más productiva y a bajar gradualmente la elevada deuda pública».
Lagarde pidió «una plena ejecución de los fondos europeos» sin señalar a nadie en concreto y más «reformas estructurales» para apuntalar el crecimiento, que va a menos en la Eurozona, según sus nuevas previsiones. Mientras tanto, seguirán los tipos elevados, pese a que hay demasiado optimismo inversor sobre su pronta bajada, según deslizó Lagarde. Resistió bien los más de 45 minutos de rueda de prensa, pero terminó desgraciadamente con tos en descontrol. Ojalá no concluya igual lo que anunció.