Hay que tener cuidado por lo delicado del equilibro institucional. Y ya sabemos a quién beneficia su quiebra
NotMid 05/12/2023
OPINIÓN
EMILIA LANDALUCE
Decía Napoleón, eso Ridley Scott no lo cuenta, que el affair du collier de la reine (el asunto del collar de la Reina) María Antonieta había sido “la yesca que prendió la llama de la Revolución [Francesa]”.
Para los pocos que no lo sepan se trata de una trama que dañó para siempre la reputación de la Corona. (Y en 1793, frente a la guillotina -una de las cosas de las que se acusó a la reina fue de incesto con su hijo-, Luis XVI y su mujer demostraron más dignidad que otros).
El asunto del collar es una prueba de cómo la realidad supera la ficción. El 9 de agosto de 1785, el joyero parisino Charles-Auguste Böhmer fue a Versalles a ver a María Antonieta para pedirle que le pagara un collar que había comprado el cardenal Rohan por 1,6 millones de libras. La reina se quedó de piedra porque desde su llegada a la Corte siendo casi una niña se profesaba un odio visceral con Rohan, que tenía fama de libertino.
Lo que pasó: Jeanne de Saint-Rémy, condesa de La Motte, convenció al cardenal de que la reina quería hacerse con el collar a escondidas de su marido. Y Rohan se ofreció a adelantar parte del dinero del collar para congraciarse con ella. Lo que vino después fue rocambolesco. La condesa (y sus secuaces) contrató a la prostituta Nicole de Leguay (tenía una fiel clientela porque se parecía a la reina) para estafar a Rohan y que les diera el collar.
La condesa de La Motte y su marido desmontaron el collar en cuanto lo tuvieron y lo vendieron. El joyero, por supuesto, se personó en Versalles para pedir el resto del dinero a María Antonieta. En cuanto Böhmer mentó a Rohan, la reina pensó que el cardenal quería desacreditarla. Escribe Benedetta Craveri: “El Parlamento no dejó escapar una espléndida ocasión de humillar a la autoridad real; el poderoso clan de los Rohan defendió con uñas y dientes al cardenal, pintándolo como una víctima de María Antonieta; la Iglesia se mostró indignada por el público ultraje inferido por el rey a uno de sus príncipes, y el proceso se cerró con la plena absolución del prelado (el cual fue incluso eximido de pedir perdón por haber faltado al respeto a la reina) y con la condena sólo de Madame de La Motte. Pero toda Francia se apasionó con el folletín”. Folletín.
Hay que tener cuidado con manosear las cosas. Ya sabemos a quién viene bien que se rompa este delicado equilibrio institucional.