NotMid 02/11/2023
OPINIÓN
LEYRE IGLESIAS
Esto de ser leal a la Constitución y pactar el futuro del país con quienes se proclaman desleales a la Constitución nos parece a algunos un problema de solución imposible. Otros lo presentan como la mayor muestra de la audacia, flexibilidad negociadora y capacidad de integración de las minorías nacionales que adornan al presidente. Unos y otros vivimos en mundos distintos: los unos sentimos que la España menos cainita que hemos estudiado en los libros de Historia se va por el sumidero; los otros creen que protagonizan un momento constituyente del que emergerá un país más luminoso.
La estrategia del PSOE se apoya en dos argumentos. Dos argumentos que tranquilizan a sus cuadros y a sus votantes frente a la teoría de que al presidente y al partido solo los mueve el puro afán de poder. Uno dice que esta es la única manera de aprobar políticas progresistas. Si hace falta aliarse con el diablo para que la sanidad y la educación públicas sobrevivan, para que las empresas no nos sigan robando, adelante. El otro razonamiento es similar al que durante décadas sirvió al PSOE para explicar sus coaliciones de Gobierno con el PNV en el País Vasco: nosotros los moderamos. Sin nosotros se echararían al monte.
En el caso que nos ocupa, el primer razonamiento implica defender que el fin justifica los medios («hacer de la necesidad virtud»): con tal de aplicar un programa de izquierdas, no importa que por el camino la política se vea secuestrada por minorías iliberales, hundamos la confianza en las instituciones, dividamos al país en dos y salten las costuras de la ley que, frente a inquietantes experimentos posibles, nos reconoce como sujetos de derechos.
El segundo argumento también es discutible. Porque, según lo que estamos viendo, no es el PSOE quien está moderando al nacionalismo, que si no intenta ahora otra declaración unilateral de independencia no es por falta de voluntad, sino por debilidad -el Estado de Derecho hizo que sus líderes fueran encarcelados o decidieran huir al extranjero-. Al contrario: es el PSOE el que, día tras día, está interiorizando el relato iliberal y nacionalista de sus socios.
Hay un par de cosas que el Partido Socialista aún sostiene: el no a un referéndum de autodeterminación (¡no cabe, no cabe, no cabe en la Constitución!) y el sí a la Monarquía parlamentaria. Las sostiene cada vez con la boca más pequeña. Y nada en la experiencia política de los últimos cinco años, ni en esta doble argumentación justificadora, invita a pensar que esos dos límites no serán cruzados.