El ministro de Defensa recupera el control directo sobre las operaciones en Ucrania al destituir a actual comandante, Serguei Surovikin, en favor de su fiel Guerasimov
NotMid 12/01/2023
OPINIÓN
ALBERTO ROJAS
En Moscú el clavo que destaca es el que se lleva el martillazo. Serguei Surovikin, comandante de las fuerzas conjuntas rusas en Ucrania, ha sido revelado de sus funciones actuales por el ministro de Defensa, Serguei Shoigu, para ocupar una posición secundaria en el Estado Mayor. El movimiento es importante y puede tener consecuencias inmediatas en la estrategia rusa y, por tanto, en el devenir de la guerra.
A diferencia de sus predecesores, que dieron palos de ciego durante meses en el campo de batalla, Surovikin era el único que tenía un plan. Por eso llama la atención se lo aparten de su cargo en estos momentos decisivos para colocar a Valeri Guerasimov, el jefe del Estado Mayor ruso y uno de los personajes más cuestionados por la errática estrategia rusa en la llamada Operación Militar Especial, que ya dura casi 11 meses.
En los apenas cuatro meses en los que ha estado al frente del ejército ruso en Ucrania, Surovikin ha puesto en marcha varias iniciativas, muchas de ellas criminales, que ha sacado de su propio manual de la guerra siria, donde él mismo se ganó el apodo del “carnicero de Alepo”. El primer capítulo de su manual es el de convertir las ciudades en lugares poco habitables bombardeando las fuentes de energía y dejándolas sin agua. La campaña de castigo contra las capitales ucranianas empezó bajo su mando.
El segundo es el de entender cuál es la capacidad real de su ejército y tratar de preservar sus fuerzas, aunque sea a costa de tomar decisiones difíciles. Por eso retiró todas las tropas rusas de Jersón, que era una posición precaria y difícilmente defendible. Además, ha pasado a una estrategia de defensa, con su ejército cavando trincheras y montando búnkeres por todo el frente, a sabiendas de que ya no tiene ni la iniciativa ni suficientes soldados para montar ofensivas.
Durante este invierno, ha conseguido otro objetivo evidente: ha parado la guerra. Después de que el ejército de Ucrania lograra completar dos grandes ofensivas en poco tiempo (Jersón y Járkiv), Surovikin ha congelado el conflicto y ha ganado tiempo a la espera de que se incorporen decenas de miles de nuevos reclutas que aún se entrenan en Rusia.
Para ello ha usado a Wagner, el cuerpo de mercenarios del infame Evgueni Prigozhin, como martillo en Bajmut, el único punto del frente en el que Rusia trata de avanzar. Al externalizar la ofensiva en estos wagneritas en Bajmut aplica Surovikin otro de los principios de la guerra siria: la creación de “killing zones”, es decir, lugares en los que Rusia manda a la muerte en oleadas a miles de sus peores soldados (decenas de miles de presidiarios sin entrenamiento ni equipo, en este caso) para que el ejército contrario tenga que comprometer en la defensa a algunas de sus mejores tropas.
Para Rusia no supone gran pérdida la muerte de esos convictos, pero para Ucrania cada soldado muerto en esa batalla ya será insustituible. Es una estrategia inhumana y carnicera, pero le produce réditos sin importarle las consecuencias. Mientras que Wagner pone los muertos, con Surovikin el ejército ruso ha tratado de recuperar sus maltrechas unidades a la espera de tiempos mejores.
Para algunos analistas, no se trata de un golpe a Surovikin sino un ascenso al colocarlo como adjunto al Estado Mayor. Quizá desde un punto teórico sea así, pero no en la práctica. Para Guerasimov y el propio Shoigu, que Surovikin reportara directamente a Putin sin pasar por ellos suponía una pérdida de control (y de poder) muy evidente. Con este movimiento, acaban con esa comunicación directa entre el general y el dictador que los dejaba en fuera de juego.
Después de meses de derrotas humillantes, la purga de generales como cabezas de turco por parte de Putin revela el nerviosismo del Kremlin y la guerra interna que mantienen, por un lado, el ministro Shoigu y su jefe del Estado Mayor Gerasimov y, por otro, Evgueni Prigozhin (dueño de Wagner y figura con gran ascendencia sobre Putin) y el caudillo checheno Kadirov. Estas dos figuras, alineadas con los propagandistas más radicales de Rusia, son las que auparon a Surovikin como comandante ruso en Ucrania. Ahora, tras meses de criticar con dureza al ministro de Defensa por considerarlo demasiado incapaz y débil para derrotar a Ucrania, ven como el ejército ruso vuelve a las manos de Guerasimov, o sea, del ministro Shoigu.