Sánchez es el más arrojado de los presidentes y también el más kamikaze
NotMid 29/04/2024
OPINIÓN
ANTONIO LUCAS
Claro que me parece aceptable la decisión de Pedro Sánchez de detenerse, echar una pensada a lo suyo, repasar cómo van las cosas y después continuar si así lo considera. O pirarse, si debía hacerlo. Lo dudoso es este espectáculo televisivo: anunciar por carta al honrado pueblo español que no sabe qué hacer. Abrir cinco días de puente para sí mismo. (Ahora viene otro: al final el tío se lo hace de 10). Y después de aumentar el bullebulle en las calles sale a decir que se queda. Que ya está. Que se le ha pasao el globo. Demasiado todo para tanta nada.
Quiero decir lo que pienso: Pedro Sánchez es el más arrojado e imaginativo de los presidentes (la imaginación, en política, no siempre acierta). También es el más kamikaze de cuantos han pasado por el palacio de La Moncloa. Las cosas le salen bien al límite. Y sabe que la espera tensa la alegría. Pedro Sánchez, con ramalazo Paulo Coelho, viene a explicar que descansar es vivir. Pero la histeria política no va a rebajarse. Está bien adiestrada. Él sólo la ha puesto en el centro de la cuestión durante cinco días. La ha expuesto en una vitrina. Ahí la tenéis. Es nuestro veneno, nuestro fango. Una parte de la derecha y la extrema derecha en pleno están decididamente en guerra contra la convivencia. Pero la culpa de este ascopadre viene muy repartida.
Me temo que la descarga de tensión inducida en los cinco días no lleva a ninguna parte. Es, incluso, algo naif. Huir es armar la de dios. Quedarse, alimentar la desconfianza en la legislatura. Hay un periodismo dispuesto a hacer compost con la realidad (ni siquiera escribo la verdad). Pero aún por encima opera la política con terribles mañas de agitación y reparto de estiércol. Y ahora qué. Qué busca. Cinco días después nos ha dicho algo claro: españolas, españoles, me quedo porque me lo han pedido unos cuantos y vamos a trabajar por la regeneración de la democracia. Vaya por dios. Cinco días para una excursión así parecen muchos días. Si nadie salió mejor de la guillotina de la pandemia, dime tú ahora cómo.
Nos hemos divertido un rato jugando al escondite inglés. Creo que ha sido el gesto menos audaz y valiente de Pedro Sánchez. Al presidente le importa el poder. Lo ha reafirmado en este puente improvisado. Y como buen político podría sumarse a esta máxima: mira que todo es muy poco. Si acaso, ha puesto a enfriar un rato a la derecha y a la extrema derecha, que estaban animadísimas el fin de semana. En eso es hábil. Nada va a cambiar demasiado. Y cualquiera sabe que las oportunidades que no se aprovechan del todo pueden acabar con nosotros.
En una semana esta verbena ya es alpiste caduco. La nueva política española se impulsa por efectos especiales. Uno tras otro. Así nos va. Sánchez se ha sacado a sí mismo a hombros hace un rato. La regeneración democrática es la meta. También la mía. La de mis vecinos. La de usted, probablemente. La de Pedro Sánchez. Pero algo así puede ser apenas un sentimiento presidencial. Y con los sentimientos (da igual de dónde salgan) se hace pan malo. El espectáculo es nuestra forma de vida. Y poco más, a currar todo el mundo. Sin preguntas de los periodistas, eso sí. Qué bien lo hemos pasado.