No sé qué entiende Biden por ‘prevenir’ o ‘castigar’, pero la pregunta es si pondrá sus hechos a la altura de sus palabras
NotMid 14/04/2022
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
No hay duda de que el presidente Biden tiene una opinión formada sobre Putin. Y que es antigua. Dado el conocimiento que acumuló en los años que ejerció de vicepresidente en la administración Obama, Biden lo considera un asesino. Un año antes de la invasión de Ucrania, mantuvo este diálogo con George Stephanopoulos, periodista de la cadena Abc que fue jefe de prensa de Bill Clinton:
– Usted conoce a Vladimir Putin. ¿Piensa que es un asesino?
– Sí, así lo creo.
– Entonces, ¿qué precio debe pagar?
– El precio que va a pagar lo verá usted pronto [sic].
Biden parece un hombre bien informado sobre Putin. Estaba seguro de que iba a invadir Ucrania y así lo dijo contradiciendo la opinión dominante. Y quién le discutiría después de Mariupol y Bucha que sea un asesino. El lunes Biden precisó qué clase de asesino era y le acusó de genocidio. Cuando horas después le pidieron que confirmara sus palabra no dudó:
– Sí, lo llamé genocidio. Cada vez es más evidente que Putin solo trata de eliminar la posibilidad de ser ucraniano.
Sus asesores se aprestaron a matizar que se trataba de una opinión personal y no de una resolución de gobierno, pero las matizaciones no tienen relevancia. Cuando se exhiben oficialmente las opiniones personales de un presidente no existen. Entre otras razones porque son opiniones que acarrean consecuencias. En el caso del genocidio, perfectamente regladas. Estados Unidos se adhirió en 1988 a la Convención para la Prevención y Sanción del delito de Genocidio, promovida por la Onu, que había entrado en vigor en 1951. La adhesión incluye el compromiso de prevenir y castigarlo. No sé qué entiende Biden por prevenir o castigar, pero la pregunta irremediable es si pondrá sus hechos a la altura de sus palabras, como es la obligación elemental de la política.
No alcanzo a ver ni a imaginar un asesino más inobjetable que el genocida, porque elige sus víctimas no por lo que hacen sino por lo que son y el ser no tiene arrepentimiento ni escapatoria. Creí que ello distinguía el crimen nazi de todos los crímenes hasta que llegué a la página 52 de mi Archipiélago Gulag: “No busquéis durante la instrucción judicial ni materiales ni pruebas de que el acusado haya actuado de obra o de palabra contra los soviets. La primera pregunta que debéis formularle es a qué clase pertenece, cuál es su origen, su educación, sus estudios o su profesión. Éstas son las preguntas que deberán determinar la suerte del acusado”.
De modo que hay tradición conceptual. No la hay, sin embargo, de que los americanos bombardeen el Gulag como bombardearon -tardíamente- Auschwitz.
ElMundo