Se dejó de hablar de la extrema derecha, una vez comprendieron el cruel absurdo de llamar nazi al que lo ha perdido todo salvo su desesperación
NotMid 05/11/2024
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Nadie recuerda exactamente cómo empezó ni de quién partió la idea, pero todos están de acuerdo en que la amnesia -o la voluntaria renuncia a atribuirse el mérito en solitario- supone el éxito mismo de la operación. El hecho es que alguien decidió enterrar bajo el lodo de Paiporta el caduco relato de los demócratas contra los fascistas y rescatar otro, hundido a gran profundidad, que versaba sobre la concordia entre españoles y la elevación al plano oficial de la actitud que era normal en la calle por aquellos días. Los políticos -no sin reservas- pactaron un plan, lo votaron, todo el hemiciclo se tiñó de verde fuera de las excepciones habituales. No se puede decir que hoy, dos meses después de la riada, los pueblos devastados hayan recuperado la normalidad que conocieron, pero sus habitantes tienen esperanza.
Fue extraño, porque todo apuntaba en la dirección opuesta. La España oficial se había acostumbrado a impostar la guerra en tiempos de paz, pero cuando el escenario bélico se presentó crudamente el argumentario de la obra se vino abajo. Los actores tardaron en reaccionar: solo se sabían su papel de antagonista y la situación les exigía parlamentos novedosos, llamadas al acuerdo seguidas de reuniones productivas, suspensión del cálculo orgánico y de la obediencia ciega, atención exclusiva a la urgencia popular. El hecho es que sucedió. Fue una operación de Estado para coser la grieta social. El zurcido resiste, la gente está más tranquila y Paiporta luce más limpia.
Incluso cunde una cierta vergüenza por las prácticas del pasado. El Gobierno descubrió que cambiar a sus socios escorados por el principal partido de la oposición no solo mejoraba la gestión del país sino también sus encuestas. La purga en el gabinete de expertos en consignas y el fichaje de perfiles conciliadores expresó el primer cambio de opinión verdaderamente aplaudido de la legislatura. Como por ensalmo se dejó de hablar de la extrema derecha, una vez comprendieron el cruel absurdo de llamar nazi al que lo ha perdido todo salvo su desesperación. La ola populista que se alzaba desde Valencia fue sofocada por la ágil gestión de las ayudas y la lealtad entre administraciones. El nuevo modelo de financiación por consenso está ya muy avanzado, y las pataletas periféricas no amenazan el rumbo firme de una negociación basada en el principio de necesidad y no de ordinalidad. Hasta los periodistas curtidos en las viejas trincheras confraternizan abiertamente en las redes para redefinir la noción de pluralismo en RTVE.
Todo esto ocurrió en España. Yo diré que lo viví.