NotMid 31/01/2025
EDITORIAL
La primera batalla de la guerra arancelaria con la que Donald Trump pretende reconfigurar el tablero internacional se ha saldado con una derrota humillante para Colombia y una advertencia a cualquier país que intente desafiar su voluntad. La crisis bilateral tras el rechazo del presidente Gustavo Petro a aceptar la deportación de 201 inmigrantes colombianos, entre ellos 42 menores, se zanjó en apenas unas horas tras la amenaza de aranceles a Bogotá.
El castigo ejemplarizante a un aliado clave en la lucha contra el narco lleva implícito el mensaje de que las reglas han cambiado y ahora impera la ley del más fuerte. Una realidad con la que la comunidad internacional tendrá que convivir apelando a la negociación y contra la que no sirve la retórica populista que Petro ha usado para atizar la confrontación con Washington.
La política migratoria de Trump envía un inequívoco mensaje de dureza que sin duda será disuasorio. Pero el poder del presidente no es ilimitado y ya está chocando con los contrapesos judiciales de su país, que han frenado, por ejemplo, su intento de negar la nacionalidad automática a los nacidos en suelo estadounidense. Por otra parte, el uso de los aranceles como herramienta de coacción migratoria puede llegar a dañar la economía de EEUU, al encarecer las importaciones y sembrar una inseguridad jurídica que es la mayor enemiga de la confianza inversora.