Hay una terrible paradoja en la actual política progresista. Nadie duda de los problemas que plantean, pero la solución que aplican sólo empeora la situación
NotMid 10/09/2022
OPINIÓN
FÉLIX DE AZÚA
Aun amigo le llamaron la atención sobre la ciudad de San Francisco unos colegas suyos de universidades americanas. Estaban alarmados, pero también interesados por el proceso desde un punto de vista político. En su opinión, la célebre capital estaba siendo destruida por el populismo de los munícipes. Mi amigo, que es un hombre de cabeza brillante y curiosidad inacabable, no lo dudó. Tomó billetes de avión y hotel para plantarse en la ciudad del Pacífico.
Lo primero que le llamó la atención fue la enorme cantidad de mendigos, drogadictos, enfermos mentales y gente a la intemperie que poblaba dos de los barrios más céntricos e históricos de la ciudad. Constató que cientos, si no miles (la cifra oficial es 18.000) de vagabundos se apiñaban sobre cartones, precarias tiendas de campaña, colchones rotos o carritos de la compra. La basura, las jeringuillas, los restos de comida, las botellas rotas, llenaban las aceras.
La explicación es temible. Al parecer el Ayuntamiento ha caído en manos de los progresistas y aplica «políticas restitutivas y correctivas de la dignidad» para acabar con los agravios, de manera que, siendo la locura un efecto de la represión capitalista, a miles de enfermos mentales se les ha desahuciado de las instituciones sanitarias (algo que ya sucedió en la Italia de los años de plomo con efectos criminales), al tiempo que se les subvencionaba mediante un dinero que poco ha durado en manos de los enfermos. Lo mismo ha sucedido con los drogadictos, víctimas, como es bien sabido, de la opresión social de los ricos. A los adictos se les proporciona droga y se despenaliza la compra venta de sus productos por la calle. Igual programa afecta a la carestía de la vivienda, un efecto de la especulación que la hace inalcanzable para los pobres. Para remediarlo, se han abierto los parques, las plazas y cualquier otro cobijo precario (puentes, jardines, solares) para que se instalen allí. Todas las noches hay reyertas, peleas graves, tiroteos y navajazos.
Como es natural, los habitantes de estos barrios huyen, si pueden, o tratan de evitar los montones de basura, los hacinamientos de mendigos y enfermos, y los piquetes mafiosos que de hecho se han apropiado de ellos. El turismo, por supuesto, ha desaparecido. Si creen que es una exageración, miren ustedes el vídeo de YouTube que les reseño. En él no aparece sólo un periodista del San Francisco Chronicle, también hablan los políticos que han organizado este caos partiendo de las mejores intenciones. No obstante, lo más impresionante son las imágenes:
Hay una terrible paradoja en la actual política progresista. Parten de principios históricamente cristianos, recubiertos con una piel de terminología izquierdista. Nadie duda de los problemas que plantean, pero la solución que ponen en práctica sólo consigue empeorar la situación. La caridad de los antiguos monasterios era mucho más eficaz.
Yo no sé si se entiende bien que el proceso de agudización de la pobreza no es sólo la obra de los despiadados capitalistas. La responsabilidad de la miseria está muy repartida y aunque parezca mentira buena parte de la misma viene de la izquierda, como en la Rusia soviética. Foucault, cuando aún conservaba la razón, ya expuso en qué consiste la microfísica del poder. Amigos míos que viven en Barcelona, por ejemplo, han visto cómo en los últimos años la miseria, la droga, la okupación, la violencia, la delincuencia y el poder de las mafias ha aumentado de modo exponencial. Otra ciudad camino de un suicidio políticamente correcto.
Félix de Azúa (Barcelona, 1944) es escritor, doctor en Filosofía y catedrático de estética. En junio de 2015 fue elegido miembro de la Real Academia Española.