La división se ha adueñado de Chile y Boric puede sentir ahora la tentación de ahondar en ella.
NotMid 21/12/2021
OPINIÓN
Estaban los chilenos obligados a elegir entre susto o muerte. La segunda y definitiva vuelta de las presidenciales se disputaba entre la izquierda más extrema y la ultraderecha, triste síntoma de la era de polarización que hoy atenaza al país y que, de hecho, ha desembocado en un proceso constituyente en marcha tutelado por sectores radicales. De modo que la victoria de Gabriel Boric, candidato de 35 años del Frente Amplio -plataforma que incluye entre otros al Partido Comunista-, sume hoy a Chile y a toda la comunidad iberoamericana en un preocupante estado de incertidumbre.
El presidente electo va a encabezar el Gobierno más a la izquierda que haya tenido esta nación desde el de Salvador Allende en los años 70. Boric llega al poder a lomos del estallido social chileno que se registró en 2019. Ni el mandatario saliente, Sebastián Piñera, ni los partidos sistémicos supieron afrontarlo y abrieron las puertas al adanismo más irresponsable, atizado por el desencanto ciudadano. La división se ha adueñado del país y Boric puede sentir ahora la tentación de ahondar en ella.
Chile ha sido durante décadas un bastión de la democracia liberal en América Latina y un ejemplo de estabilidad y crecimiento económico, por más que exhibiera tasas altas de desigualdad que el populismo ha sabido manipular. Se adentra ahora en una senda muy peligrosa que conduce al eje bolivariano.
Agencias