La frágil tregua con Hizbulá permite a los israelíes que residen en esta región celebrar las fiestas de estas fechas
NotMid 29/12/2024
MUNDO
La colombiana cristiana Gina Gómez (35) y el israelí judío Itsik Tal (41) tuvieron su primera cita en un restaurante en Jerusalén en 2011. Problemas de idioma obligaron a los camareros a participar de forma espontánea en el encuentro para unir algo más que el español y el hebreo. 13 años después, sin traductores y con dos hijos, celebran la Navidad y Janucá en su casa de la localidad de Harish, situada en el norte de Israel.
El alto el fuego, que entró en vigor hace exactamente un mes entre su país y el grupo armado libanés Hizbulá, permite que sus dos hijos Eva (8) y Jan (5) puedan abrir con más calma los regalos del árbol de Navidad y encender las velas de la Menorá.
La frágil tregua con Hizbulá establece que el ejército israelí debe completar en un mes la retirada de todas las aldeas y posiciones libanesas fronterizas ocupadas en la incursión iniciada a finales de septiembre. Entonces, esta familia tenía un minuto y medio para refugiarse en el cuarto de seguridad de su casa cada vez que escuchaban las sirenas ante un ataque desde Líbano. “Una vez que salimos de Harish, un dron cayó cerca. Nos lo perdimos, como siempre”, recuerda sonriendo el israelí en el salón de su casa en esta ciudad situada cerca de la zona de Binyamina en la que cuatro soldados murieron por el impacto de un preciso vehículo aéreo no tripulado de Hizbulá contra una base en octubre.
“Teníamos experiencia con proyectiles al haber vivido en Ashdod (en el sur y bajo ataques desde la Franja de Gaza) pero no pensé que nos pasaría esto en el norte del país. Lo que más duele es que aún haya secuestrados”, dice Gina en referencia a las 100 personas en cautiverio desde su secuestro hace casi 15 meses. “En Israel casi todos conocen a alguien que fue asesinado, secuestrado, herido,…”, interviene su marido. “Alex Danzig (de 75 años y prestigioso historiador del Holocausto) me dio clases. Me dolió mucho que fuera secuestrado y asesinado por Hamas”, nos cuenta la economista nacida en Sincelejo y que trabaja como guía en español en un museo en Jerusalén.
Preguntado por la situación, Itsik contesta: “Estamos en una fase de incertidumbre. Parece que se acaba la guerra con Hizbulá pero nunca se sabe. Cómo ves, los hutíes siguen atacando desde Yemen, no sabemos qué planes tiene Irán,…”.
“Todos rezamos para que haya calma y que vuelvan los secuestrados”, añade en un hogar con plegarias en diferentes credos. “Él sabía que la fe en Jesús es muy importante para mí así que nunca me propuso convertirme al judaísmo. Yo también tenía claro que no iba a cambiar de religión”, señala Gina sobre unos inicios en los que sus respectivas familias y amigos no imaginaban que ligarían su destino con alguien que no fuera de su religión. “Como en Israel oficialmente no hay bodas civiles, nos casamos por lo civil en Chipre y luego las autoridades israelíes reconocieron nuestro documento como matrimonio”, explica.
“Mis hijos cuando eran más pequeños veían Navidad solo en televisión. Yo les explicaba el significado y cada año vamos a un barrio cristiano o una zona donde hay decoración navideña, el pesebre, ya sea en Jerusalén, Nazaret o Haifa”, dice combinando las velas del candelabro judío y el árbol navideño con naturalidad y emoción. “A mis hijos les encanta poner la decoración del árbol, las luces, esperar los regalos navideños y al mismo tiempo disfrutan en Janucá, las luces en las calles, las velas y las sufganiot“, comenta en alusión a los buñuelos con rellenos deliciosos y exagerados en calorías.
“En Harish hay una comunidad grande de origen ruso y en sus casas vi árboles decorados no para Navidad sino para celebrar el año nuevo“, comenta Gina mientras su marido recuerda: “Mis padres que son de Georgia cuando eran niños también celebraron el nuevo año con el árbol”.
Mucho más cerca del Líbano se encuentra Abu Snan. En esta pequeña localidad árabe-israelí en la que habitan musulmanes, drusos y cristianos, Merna Sabbagh celebró la llegada de la Navidad y la vuelta de la calma. “Los últimos meses no fueron fáciles. Salías y no sabías si había sirenas y proyectiles. Si estaba en casa, íbamos a las escaleras”, recuerda esperando que el alto el fuego se mantenga por el bien de todos en ambos lados de la frontera.
“En la guerra no hay vencedores y mueren civiles inocentes“, afirma a EL MUNDO esta enfermera cristiana, árabe e israelí que trabaja en el Hospital Rambam de la vecina Haifa. Sin duda, uno de los centros neurálgicos del norte en tiempos de paz y de guerra. “Todo el hospital se fue al enorme espacio subterráneo para protegernos”, indica revelando que “precisamente ahora tenemos más trabajo ya que durante la guerra no trajeron muchos niños a urgencias”.
Según confirma con orgullo, los musulmanes, cristianos y drusos en Abu Snan mantienen excelentes relaciones. También, apunta, con los judíos con los que trata por ejemplo en el hospital.
Su gran amor a España (“sus gentes son muy agradables”) y el español le ha llevado a empezar a estudiarlo en Haifa. La capital del norte de Israel, tras convertirse en objetivo habitual de drones y proyectiles de Hizbulá como en la guerra del 2006, ha recuperado su rutina que en estas fechas pasa por disfrutar del espíritu de las navidades y Janucá en las calles. La fama de Haifa como exponente de convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos se refleja en una plaza céntrica que luce los símbolos identificativos de las tres religiones.
Agencias