El acercamiento de Sánchez a Pekín no puede soslayar los riesgos de estrechar lazos con una autocracia imperialista
NotMid 07/04/2025
EDITORIAL
La guerra comercial de Donald Trump ha convertido a China en socio relevante para una Europa que, sin embargo, en su hoja de ruta estratégica considera a Pekín como una amenaza para su propia seguridad. El tercer viaje de Pedro Sánchez al gigante asiático en apenas dos años no puede, por tanto, soslayar el riesgo inherente a la oportunidad de convertirlo en polo alternativo a la fracturada alianza con EEUU. Tampoco impulsar un acercamiento acrítico e incondicional, capitaneado por el mismo José Luis Rodríguez Zapatero que ejerce de opaco enlace entre el Gobierno y regímenes iliberales como la Venezuela chavista. La labor de Zapatero en China despierta recelos en la UE, como desvela hoy nuestro Primer Plano, donde una fuente europea expresa inquietud por el «activismo» de una figura tan influyente en el Gobierno español.
El lobby chino de Zapatero, que se desarrolla a través del think tank Gate Center y la Fundación ONUART, ligadas a empresarios chinos cercanos a Pekín, viene de lejos: el ex presidente fue, por ejemplo, el primer mandatario europeo en reclamar el fin del embargo de armas a Pekín vigente desde Tiananmen e intervino para que Telefónica adoptara la red 5-G de Huawei entre fuertes sospechas por las conexiones del gigante de las telecomunicaciones con el régimen.
Los aranceles de Trump obligan al Gobierno a diversificar mercados y buscar nuevas alianzas, entre ellas la de la pujante China, donde es preciso incrementar las ventas de las empresas españolas, eliminar trabas comerciales y reequilibrar una balanza muy desnivelada: el gigante asiático copa la práctica totalidad del déficit comercial de España. Pero la magnitud de la ola proteccionista que desde Washington acaba de barrer la globalización elevando el mayor muro arancelario en un siglo no debe cegar ni a la UE ni a España sobre la virtual amenaza que representa una dictadura como la de Xi Jinping para la economía, la sociedad y la seguridad europeas.
Sobre todo teniendo en cuenta la manera en la que Pekín ha usado su influencia económica para llevar a cabo una inquietante injerencia en África o América Latina. El embajador Yao Jing hace un esfuerzo en larga entrevista con este diario por asegurar que China no es una amenaza y quiere multilateralismo, pero el Libro Blanco de la Comisión advierte de que se trata de un «Estado autoritario con el segundo gasto militar más alto del mundo» y «busca afirmar su autoridad y control en nuestra economía y sociedad». En ese sentido, el acercamiento a Pekín debe hacerse con la máxima cautela y en el marco de la unidad europea, que Sánchez ya quebró con el cambio de voto sobre los aranceles al coche eléctrico chino.
Las prioridades e intereses de Pekín, una potencia imperialista alineada con el eje autocrático mundial, distan de ser los mismos de Europa, como muestran la «amistad sin límites» que proclamó Xi hacia Putin o la competencia desleal que ejerce con la palanca de las subvenciones estatales. El golpe arancelario de EEUU refuerza su condición de socio comercial, pero no anula su modelo autocrático ni su inquietante agenda geopolítica.