La súper inflación que afecta a muchos materiales de la construcción revaloriza alternativas como las casas de adobe, los contenedores marítimos e incluso las yurtas, con precios más asequibles y menores tiempos de ejecución
NotMid 05/01/2023
Ciencia y Tecnología
Soñar es gratis, decían. Unos pocos afortunados, sin embargo, aspiran a superar los estrechos límites de esta sentencia al comprar un terreno, contratar a un arquitecto, pagar un proyecto básico, presentar al ayuntamiento un proyecto de ejecución, abonar infinidad de tasas, fianzas e impuestos y contactar con las constructoras que rivalizan por llevarse el gato al agua.
Esta primera barrera de entrada suponía ya, en los tiempos pre-inflación, el desembolso de una buena cantidad de euros. Los elegidos, los que superaban la dura criba inicial, no contaban con la dificultad adicional del alza interanual en el precio de materiales como el cemento (12%), el vidrio (13%), el aluminio (56%), el ladrillo (40%) o la madera (17%), según datos del INE de 2022.
La consecuencia es que los adinerados pagan mucho más por lo mismo, aunque también abundan quienes tienen las habas contadas y se ven forzados a reformular el anhelo de sus vidas con alternativas menos ortodoxas. Este atajo explica el boom de las casas prefabricadas.
Habitualmente, uno piensa en una vivienda de madera diseñada a partir de módulos iguales que se disponen de esta o aquella forma en función de las preferencias del cliente. En España se cuentan centenares de empresas dedicadas a este negocio con una acogida dispar entre el público. Los modelos más sencillos no obran milagro alguno (acabados pobres, instalaciones para salir del paso, gastos de mantenimiento abultados); los más premium tampoco implican enormes diferencias económicas con un inmueble convencional.
¿Quedan entonces soluciones al alcance de ese individuo horrorizado con la idea de firmar un presupuesto abierto que tampoco se siente atraído por las cabañas de madera a lo Thoreau? ¿Existen modos de sortear el inmenso riesgo de que sea la propia constructora la que, indispuesta con el mal trago de recortar su beneficio industrial, prefiera renunciar a una obra ya iniciada? En realidad, con una pizca de imaginación y ciertas dotes de observación, sí.
Un contenedor marítimo representa la posibilidad de edificar velozmente un refugio resistente y muy fácil de transportar. Aquí entra en juego una vez más la modularidad. Es una aproximación aceptablemente asequible al sueño prometido. Los hay de seis y 12 metros de longitud y en ambos casos el ancho es de 2,40 metros. Los materiales más habituales son acero corrugado, aluminio y madera contrachapada. Los precios no bajan de los 4.000 euros por unidad. La gran pega es el mantenimiento, costoso y crucial para evitar la corrosión.
Otra posibilidad es la yurta mongola, una especie de tienda circular que soporta las temperaturas extremas de la estepa asiática, con picos que oscilan entre los 40 y los -30 grados. Entre las ventajas de la yurta están la eficiencia energética (la ausencia de esquinas optimiza la radiación solar al desaparecer las orientaciones), el aislamiento acústico y el ahorro de superficie en muros y cerramientos (hasta un 20% menos que en una vivienda estándar). Celtic Yurts comercializa su modelo de 56 metros cuadrados por 18.994 euros.
Con un toque indudablemente marciano se presentan las casas geodésicas.Ecoproyecta, estudio especializado en esta modalidad arquitectónica, explica que la construcción se basa en barras que siguen la geometría de un icosaedro (poliedro regular de 20 caras triangulares). Los espacios interiores generados son amplios, envolventes, cálidos y con una iluminación natural que puede llegar desde diferentes puntos. Además, se cuida el uso de materiales naturales y se busca el confort térmico con el mínimo consumo energético. El modelo básico (30 metros cuadrados) se oferta desde 30.000 euros; los más complejos (unos 150 metros cuadrados) parten de 140.000.
Finalmente, las casas de adobe son la vuelta a las raíces del sapiens. Esta tradición sigue viva en África e incluso cuenta con variables más modernas en EEUU. El aislamiento térmico y acústico es muy eficaz y los materiales empleados son naturales, pero esta técnica se desaconseja para viviendas altas y áreas muy húmedas o con riesgos sísmicos. Los muros requieren, igual que en el caso de los contenedores, de un mantenimiento específico. Pese a que la autoconstrucción aquí es factible (uno puede fabricar sus propios ladrillos de adobe con relativa facilidad), la vía más directa (edificación externalizada) parte de un importe aproximado de 35.000 euros para 100 metros cuadrados.