NotMid 02/03/2022
OPINIÓN
No parecía ayer Pablo Casado muy consciente de las razones por las que se reunía la Junta Directiva Nacional. Lo hacía porque su ejecutoria ha llevado al PP al colapso. Repasando el discurso con el que Casado cerró la cita, bien podría pensarse que los populares están inmersos en un proceso natural de sucesión en su cúpula y no intentando dejar atrás el episodio más traumático de su historia. Sin asumir ningún tipo de error, Casado -en quien ya no quedaba rastro de aquel candidato que hace cuatro años se impuso en unas primarias inéditas con un programa ilusionante-, se enredó en reivindicaciones autorreferenciales, hurtando al partido el ejercicio de autocrítica que habría permitido cerrar su ejecutoria de un modo más airoso y útil.
Es cierto que ha vivido un duro proceso personal. Pero resulta incoherente blasonar de ética de la responsabilidad sin reconocer errores. Hizo una breve mención a la lucha fratricida que ha dejado atónitos a los españoles, pero no para admitir su culpa en un último acto de honradez sino para presentarse como víctima de una campaña. El papel que adoptó expresaba una vez más su inmadurez política, que no ha sido capaz de superar. Como presidente, él era el primer responsable de las intrigas orgánicas que promovía su escudero Egea. Así se constató la inexistencia de un liderazgo reconocido por todos más allá de lo estrictamente formal. La vida sigue, en todo caso, y es justo desearle los mayores éxitos personales en adelante.
Quien no edulcoró la situación fue Isabel Díaz Ayuso. Cargó con dureza contra el aún presidente, exigiendo una depuración total de responsabilidades dada la gravedad de los hechos. Ciertamente nunca se habían sobrepasado los límites del funcionamiento interno de un partido de este modo: hasta llegar a la extorsión con acusaciones infundadas por celos de poder. Sería fatal ceder a la tentación de cerrar la crisis en falso.
Las miradas se vuelven ahora a Feijóo, a quien el resto de barones ha aupado para allanar su triunfo en el congreso extraordinario. Hoy, con la presentación de su candidatura, empiezan a correr las horas para el gallego, que debe dar un paso al frente sin ambigüedades. Su reto no es sencillo: unir a un partido hundido en las encuestas cuyo prestigio ha quedado gravemente herido. A ello le ayudarán su experiencia y su eficaz gestión en Galicia, pero no bastarán. Feijóo debe exponer cuanto antes cuál es su proyecto para reconstruir y liderar el centroderecha en España.
ElMundo