Que un chaval de Murcia de modestos orígenes se corone en Nueva York como rey del tenis comporta una reivindicación del valor del esfuerzo y de la humildad
NotMid 13/09/2022
EDITORIAL
Desde ayer Carlos Alcaraz es el tenista más joven de la historia en alcanzar la cima de su deporte. Con 19 años, cuatro meses y ocho días, el murciano se encarama a lo más alto del circuito ATP, convirtiéndose en el sexto tenista español en alcanzar el número uno del mundo.
El talento de Alcaraz es tan evidente y su juego resulta tan espectacular que se corre el riesgo de explicar su ascenso fulgurante como un caso aislado de genialidad individual. Pero sería injusto desvincular su éxito del sólido cimiento que el tenis español viene ofreciendo a los chicos que sueñan con llegar a la élite y se entrenan duro desde muy pequeños para conseguirlo. En primer lugar está el ejemplo monumental de Rafa Nadal, la alargada sombra de su magisterio y su compromiso con la formación de nuevas generaciones de tenistas en su escuela. Pero cabe recordar también que el mentor de Alcaraz es otro número uno, Juan Carlos Ferrero. Algo se está haciendo muy bien en el tenis español cuando las trayectorias de nuestros mejores deportistas se entrelazan de esta manera para asegurar el relevo generacional.
Al alzarse con el US Open, conquistado además en virtud de un tenis vistoso y emocionante, el tenista murciano irrumpe poderosamente en el circuito hasta desplazar por el momento a los tres grandes que han dominado la disciplina de la raqueta desde hace dos décadas: Federer, Djokovic y Nadal. Este último, haciendo gala de su talla moral, no dudó en saludar efusivamente la dura competencia que en adelante encarnará su joven compatriota: bien puede afirmarse que se trata de su heredero si atendemos al poderío físico, el repertorio de golpes, la fortaleza mental y una asombrosa capacidad para la épica. Alcaraz se ha ganado a pulso su nueva condición de nuevo héroe del tenis mundial. Todos coinciden en que su progresión no será flor de un día: tiene madera y tiempo para seguir haciendo historia.
Que un chaval de Murcia de modestos orígenes se corone en Nueva York como rey del tenis comporta una reivindicación del valor del esfuerzo y de la humildad del auténtico campeón. «No me siento el mejor», ha declarado Alcaraz, aunque hoy lo sea. En tiempos de pedagogía blanda y recetarios milagrosos para el éxito fácil, el deporte ofrece modelos de conducta y lecciones de vida que no caducan.