Arrancan los nueve días del fastuoso enlace del príncipe Abdul Mateen, uno de los hijos del sultán de Brunei
NotMid 08/01/2024
Estilo de vida
Con la ceremonia de formalización de la propuesta de matrimonio del príncipe Abdul Mateen (32 años), arrancó ayer la fastuosa boda real del décimo de los vástagos del sultán de Brunei -el cuarto de los varones, aunque un hermano algo mayor que él, Abdul Azim, murió en 2020-, que se prolongará a lo largo de nueve días y que culminará con la fiesta del enlace en sí, a la que se espera la asistencia de mandatarios y miembros de la realeza de todo el globo.
Pese a que el joven casadero ocupa en la actualidad el quinto puesto en la línea sucesoria del riquísimo sultanato del Sudeste asiático, Abdul Mateen está considerado como el ojito derecho de su padre, MudaHassanal Bolkiah. Es él, de hecho, quien acostumbra a acompañar al monarca en los eventos internacionales a los que acude, como la coronación del rey Carlos III en Londres, la pasada primavera, o más recientemente la boda del príncipe heredero de Jordania, en Amán. Ello, unido a la extraordinaria popularidad del novio -hasta ahora encabezaba ese ranking algo rancio de solteros de oro de la realeza mundial-, convierten el primer enlace del Götha universal del año en un acontecimiento de enorme interés mediático.
Abdul Mateen, de físico más que envidiable, es una auténtica celebridad en Asia, con alrededor de 2,3 millones de seguidores en sus redes sociales, cinco veces más que la población de su país. Licenciado en Política Internacional del King’s College de Londres, hoy es capitán de las Fuerzas Armadas de Brunei e inmensamente rico. En cuanto a la novia, Anisha Rosnah (30 años), pertenece a una influyente familia política y empresarial local, nieta del ministro de la Oficina del Primer Ministro de Brunei, Isa bin Ibrahim, considerado como uno de los más estrechos colaboradores del soberano.
La capital del sultanato, Bandar Seri Begawan, está magníficamente engalanada para la ocasión. Y, como si del inmenso plató de cartón piedra de una súper producción se tratara, todo transmite una sensación de irrefrenable alegría por los novios. Claro que aunque a algún ciudadano del país no le hicieran mucha gracia los fastos se cuidaría mucho de morderse la lengua, porque estamos ante la última Monarquía absoluta de Asia -sin contar, claro está, las Petromonarquías del Golfo-, en la que nada escapa al férreo control del régimen-dinastía y donde rigen draconianas leyes de lesa majestad que imponen severas penas de cárcel para castigar cualquier crítica a la familia real.
DECANO DE LA REALEZA
La muerte de la reina Isabel II convirtió al sultán Hassanal Bolkiah en el decano de la realeza mundial, ya que hoy es el monarca que más tiempo lleva sentado en un trono, nada menos que 56 años. Al frente de una dinastía de más de siete siglos de antigüedad, Hassanal Bolkiah ejerce un poder omnímodo -concentra en su persona los cargos de primer ministro y las carteras de Defensa, Finanzas y Exteriores- en la nación, que no obtuvo su independencia plena del Reino Unido hasta 1984. Gracias a las enormes reservas de petróleo y de gas con las que cuenta Brunei, el país -situado en la costa norte de la Isla de Borneo y que comparte frontera con Malasia- es el cuarto más rico del planeta por renta per cápita. Si bien los expertos subrayan que de momento no son suficientes los esfuerzos del sultanato por diversificar su economía, alertando de los riesgos fiscales que podrían producirse conforme avance la descarbonización de la economía global.
Pero, hoy por hoy, estamos ante el país con la menor deuda con respecto a su PIB del mundo, por debajo del 2%, y un altísimo Estado del bienestar, que se puede permitir el lujo de liberar a sus ciudadanos del pago de impuestos y que ofrece servicios públicos como sanidad o educación hasta la formación universitaria de envidiable calidad. Eso sí, a cambio, el régimen no ha adoptado ninguna reforma prodemocrática, proscribe toda oposición política, ejerce un férreo control de prensa y una rígida censura y ha sido señalado por organizaciones internacionales por los retrocesos en materia de libertades individuales y derechos humanos.
Y es que, por decisión del sultán, Brunei, una Monarquía Islámica Malaya, adoptó en 2019 una nueva legislación, inspirada en la sharia o ley islámica, que reintrodujo delitos y durísimas penas para combatir la homosexualidad, el adulterio o el robo con castigos como la lapidación, la mutilación de extremidades o incluso la pena de muerte en determinados supuestos. La presión de la comunidad internacional ha permitido, sin embargo, que de momento rija una moratoria por la que no se ha aplicado la pena capital en el sultanato.
En lo geopolítico, Brunei es un tradicional aliado de las potencias occidentales en una zona tan caliente como Asia Pacífico -el Reino Unido y EEUU le tienen por valioso socio, por lo que cierran los ojos ante la falta de avances democráticos-, máxime desde que toda la región se ha empezado a realinear para hacer frente a una China cada vez más desafiante.
Pero ni las turbulencias que amenazan la estabilidad regional ni los retos económicos ensombrecerán la boda real en marcha del príncipe Abdul Mateen, propia de los cuentos de Las mil y una noches. Gran amante de los deportes de riesgo y de otras modalidades como la equitación, el boxeo o el polo -que le han convertido en un habitual de Sotogrande-, de la naturaleza y, en especial, de los felinos -en los terrenos del Palacio del sultán, que cuenta con 1.788 habitaciones, viven en semilibertad hasta 30 tigres de bengala-, su otra pasión son los coches, también compartida con su padre, que llegó a tener más de 2.500 unidades de súper lujo.
Actuaciones musicales con estrellas internacionales -por dinero no será-, ceremonias de rito musulmán y otras propias de la cultura malaya, los votos matrimoniales en la mezquita del sultán Oma Ali Saifuddien, un espectacular desfile por las principales avenidas de la capital, recepciones y un multitudinario banquete conforman el programa de nueve días de una boda real que hará derroche infinito de opulencia y ostentación.
Agencias