El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se reúne con el presidente Xi Jinping
NotMid 26/04/2024
ASIA
Entre tantas turbulencias globales, es un respiro para el mundo ver que las dos principales superpotencias, Estados Unidos y China, a pesar de todos sus frentes abiertos, han retomado una fluida comunicación que llevaba rota mucho tiempo.
Los presidentes Joe Biden y Xi Jinping se vieron las caras en San Francisco a finales del año pasado y hablaron por teléfono hace apenas tres semanas. Otro ejemplo del enfriamiento de la nueva Guerra Fría que se empeñaron en encender Washington y Pekín, es que el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha viajado a China dos veces en los últimos 10 meses.
Blinken, tras una primera parada con agenda económica en la cosmopolita Shanghai, aterrizó el viernes en el sobrio centro político del gigante asiático, en Pekín, donde se reunió por la tarde con el presidente Xi Jinping, quien sorprendió por el tono conciliador que empleó al recibir a su invitado.
“China y Estados Unidos deberían ser socios y no adversarios; ayudarse a tener éxito, en lugar de hacerse daño; buscar puntos en común y reservarse las diferencias, no involucrarse en una competencia despiadada; hablar con sinceridad y actuar con integridad, no decir una cosa y hacer la contraria”, soltó Xi, según recoge la lectura del encuentro que hace Pekín, nada más recibir a Blinken.
“China quiere ver un Estados Unidos seguro, abierto y próspero. Esperamos que EEUU vea el desarrollo de China desde una perspectiva positiva. El mundo es lo suficientemente grande para el desarrollo y la prosperidad de ambos países”, remarcó.
Antes de encontrarse con el líder chino, Blinken fue recibido por el influyente ministro de Exteriores chino, Wang Yi. Está fue realmente la reunión importante de la jornada porque, más allá de un apretón de manos delante de las cámaras y unas breves palabras de cortesía, Wang y Blinken estuvieron durante casi cinco horas discutiendo todos los temas a puerta cerrada en la Casa de Huéspedes Estatal Diaoyutai, la residencia donde los dirigentes chinos reciben habitualmente a sus visitantes más ilustres.
Wang, según recogen los medios estatales chinos, le dijo a Blinken que el “gran barco” de la relación entre los dos países se había estabilizado, pero que continuaban aumentando los “factores negativos” y que la relación enfrenta “todo tipo de perturbaciones”. Además, el jefe de la diplomacia del país asiático advirtió a su homólogo estadounidense que EEUU no debe traspasar las “líneas rojas” de China.
Tras esta afirmación, Wang planteó una cuestión sobre el futuro de las relaciones bilaterales: “¿Deberían China y Estados Unidos seguir en la dirección correcta de avanzar en la estabilidad o volver a una espiral descendente? Esta pregunta pone a prueba nuestra sinceridad y capacidad”.
El estadounidense, que fue más mesurado en sus comentarios delante de la prensa, aseguró que está a favor de continuar con la actual “diplomacia activa” y de ser “lo más claros sobre las áreas en las que hay diferencias, al menos para evitar malentendidos y errores de cálculo”.
AYUDA MILITAR A TAIWAN
El viaje de Blinken a China, como suele ocurrir cada vez que un representante importante de Washington o Pekín se dispone a visitar el territorio del rival, se fue calentando por ambas partes. Unas horas antes de que Blinken aterrizara el miércoles en Shanghai, el Senado de Estados Unidos aprobó un paquete de ayuda de 95.000 millones de dólares para Ucrania, Israel y Taiwan.
En Taipei lo celebraron y dijeron que su ejército discutirá con EEUU cómo emplear esos fondos después de meses de retrasos en las entregas de armas estadounidenses. En Pekín no hizo tanta gracia que una parte de ese paquete de ayuda vaya a terminar en manos de la isla que se resiste a convertirse en una provincia más de China.
Justo antes de la llegada de Blinken, el ejército chino quiso sacar músculo publicando un vídeo en su canal de Weibo, la versión china de X, mostrando el lanzamiento de un misil balístico JL-2 -con un alcance de 7.400 kilómetros- desde un submarino nuclear durante unos ejercicios de la flota del portaaviones Shandong.
En Pekín se han estado quejando estos días que de la “presión obstinada” de Washington para contener a China y reprimir su economía, en referencia a la continua amplificación de los controles de exportación de tecnologías críticas y sanciones a empresas chinas que tienen prohibido operar en EEUU.
En el gigante asiático también acusan a la administración Biden de estar fortaleciendo su red de seguridad regional, tonificando sus alianzas con países vecinos como Japón o Filipinas, con el propósito de disuadir y potencialmente contrarrestar las actividades militares chinas.
“El derecho legítimo de China al desarrollo está siendo reprimido injustificadamente y los intereses fundamentales de China son constantemente cuestionados”, dijo Wang el viernes al recibir al Blinken, reflejando las preocupaciones chinas sobre los controles estadounidenses a las exportaciones de tecnología avanzada y el apoyo militar a Taiwan.
Otro de los puntos de fricción que se expusieron sobre la mesa en las reuniones de Blinken con Xi y Wang, fue la denuncia de EEUU sobre que China está ayudando militarmente al régimen de Putin. El propio Blinken ha acusado al Gobierno de Xi Jinping de ser el “principal contribuyente extranjero” a la base de defensa de Moscú, citando informes de inteligencia sobre que China estaría suministrando al régimen de Putin las tecnologías claves para impulsar el armamento que utiliza en la invasión de Ucrania.
A pesar de todos los problemas y de la agresiva narrativa que funcionarios chinos y estadounidenses emplean habitualmente, lo cierto es que la cooperación entre los dos países ha avanzado, especialmente a la lucha contra el fentanilo. El pasado noviembre, durante su encuentro en San Francisco, Biden logró arrancar de Xi el compromiso de que China perseguirá con dureza a las empresas chinas que exportan los precursores químicos necesarios para fabricar el potente opiáceo sintético que ha dejado cientos de miles de muertes en Estados Unidos.
Los analistas que siguen las frecuentes tormentas entre Estados Unidos y China coinciden en que ambas potencias se están esforzando por mantener abiertas sus líneas de comunicación, pero aun así es poco probable que alguna de las partes ceda en los muchos de los pulsos que mantienen. Incluso se espera que, según se vayan acercando las elecciones estadounidenses, el presidente Biden endurezca su discurso contra Pekín.
Agencias