NotMid 22/08/2022
DEPORTES
El delantero polaco del Barcelona Robert Lewandowski fue el gran protagonista este domingo en la victoria azulgrana en su visita a la Real Sociedad con dos goles y una asistencia que fueron claves para que los catalanes lograran su primer triunfo de la presente temporada (1-4)
El encuentro se le puso muy de cara al once culé en su primera acción ofensiva conducida por Balde, con una asistencia a Lewandowski para que el polaco inaugurara su registro de goles en LaLiga cruzando su remate para evitar a Remiro.
No se había alcanzado el primer minuto y el equipo de Xavi Hernández ya tenía el partido donde quería, pero los donostiarras no se desanimaron y encontraron su premio enseguida, en un robo en el medio campo que Silva aprovechó para conectar con Isak y el sueco definió por alto ante la salida de Ter Stegen para empatar.
El frenético ritmo con el que había comenzado el encuentro fue decayendo a medida que pasaron los minutos, con acercamientos peligrosos espaciados pero con opciones de cambiar el marcador casi en cada uno de ellos, como a punto estuvo de lograr Ferrán en un intencionado remate mediada la primera parte. Merino y Kubo la tuvieron también para la Real antes del descanso.
El delantero japonés de la Real lo intentó en varias ocasiones antes del intermedio, pero no estuvo tan fino como en la primera jornada ante el Cádiz, si bien el trío defensivo catalán no podía descuidarse un solo momento porque, junto al nipón, Isak era un peligro latente cada vez que el balón se acercaba a su zona.
Se agotaba el primer tiempo cuando llegó la mejor opción de gol para los donostiarras en una internada de Aritz que remató David Silva con tanta intención y peligro que muchos aficionados cantaron el gol antes de la marcha a vestuarios de ambos equipos.
Real y Barça siguieron al ataque en la segunda mitad, a pesar de que las piernas empezaban a flaquear en este inicio de temporada, y otra vez asustó el cuadro local en un lanzamiento de falta de Brais anulado por fuera de juego de los rematadores blanquiazules que molestaron, a juicio de Munera Montero, a Ter Stegen.
Luego fue el turno de Lewandowski, un peligro constante para la zaga guipuzcoana y nueva respuesta local de Merino en el toma y daca en el que se había convertido el choque en su parte decisiva.
Entró Ansu Fati y cambió el decorado, en el primer balón que tocó el joven talento del Barcelona generó una superioridad con un pase de tacón para dejar una autopista a Dembelé que el francés no desaprovechó para marcar y encarrilar el encuentro.
Los vascos bajaron los brazos, el Barça se creció y llegó el tercero, obra de Lewandowski, para terminar de hacer ceder la resistencia y el de Ansu Fati tras asistencia del polaco para redondear el gran encuentro de todo el equipo blaugrana, que suma cuatro puntos sobre seis posibles en LaLiga.
Villarreal doblegó al Atlético Madrid en el Wanda Metropolitano
Dieciséis partidos después, Unai Emery ya tiene su victoria contra el Atlético Madrid de Simeone, al que durmió, aplacó y finalmente doblegó en el Metropolitano cuando su Villarreal menos intuía la victoria en el segundo tiempo, cuando un despeje horroroso e innecesario de Nahuel Molina, expulsado después en el tiempo añadido, entregó el gol a Yeremy Pino allá por el minuto 73 para sostener el éxito del planteamiento del entrenador visitante con el valor indudable de la victoria (0-2).
Un triunfo sufrido, del que se hizo acreedor en el primer tiempo y no en el segundo, retenido entre el larguero y la parada milagrosa de Gero Rulli primero y sentenciado a última hora con el 0-2 de Gerard Moreno, en una noche aciaga para Nahuel Molina y de frustración para el conjunto rojiblanco, que casi nunca encontró la fórmula de oponerse al partido que quiso jugar el Villarreal desde el principio y que, cuando lo hizo, primero con 0-0 y después con 0-1, chocó contra los reflejos del arquero argentino.
El plan de Emery tenía un punto de partida: la salida de balón. Ya lo hizo la Real Sociedad la pasada temporada en el Metropolitano. Lo repitió el equipo amarillo. Rulli era el comienzo de todo. Esperaba, esperaba y esperaba, sin rubor, al borde del minuto a veces, con la pelota en su pie, al movimiento hacia adelante de cualquier jugador del Atlético para poner en marcha la transición delimitada del vestuario.
En cuanto saltaba algún futbolista de su rival a la presión hacia el área, se desencadenaba todo lo que había previsto el conjunto castellonense, en superioridad, hacia adelante, con un recorrido rápido hacia el campo contrario. Si no se daban las condiciones, regresaba a su guarida, sin ninguna prisa, sin ningún riesgo, sin ningún decoro hacia el aficionado, más propio de un ajedrez viviente que un partido de fútbol.
El Villarreal logró durante una hora todo lo que pretendía, que pasase poco o nada en torno a su área y, a la vez, golpear cada vez que lanzó la ofensiva. Y, cuando menos lo creía, venció.
Antes, no se fue al intermedio con ventaja por dos cuestiones esenciales.
Una fue su propia ineficacia en el remate. No se entiende de otra manera el gol que falló Gerard Moreno contra el travesaño con todo a favor. También perdonó Yeremy Pino, fuera en la primera oportunidad destacable.
Y otra, más fundamental aún, fue Oblak, que voló para negarle el gol a Lo Celso (titular en el equipo visitante), primero, y se multiplicó para repeler, como pudo, un remate que no veía, en un disparo de Capoue, en otra jugada que había provocado de forma definitiva el centrocampista argentino, cuyo desborde, velocidad y talento le dan un plus expresivo al ataque del Villarreal, rompedor cuando toma la pelota en tres cuartos de campo.
Entre el debate -o la reflexión- de una manera de trazar el camino hacia el triunfo de indiscutible validez, el Villarreal durmió al Atlético, de nuevo entre el jeroglífico de salir o no, entre la adaptación a tal panorama o la obligación, también el orgullo, de rebelarse contra ello ante su público. Como Joao Félix. Cuando tomó la última decisión, sufrió los embates de su adversario, que, también, se refugió en el repliegue con una línea de seis en defensa (Lo Celso y Pino como laterales). Sólo alguna ráfaga rematada por Morata alteró su guión en una hora de encuentro.
Poco o nada, realmente, para un partido que atravesó tanto tiempo con la inequívoca sensación de que se había jugado, milímetro a milímetro, a lo que quería el Villarreal, pero también con la pregunta incesante de si eso sería suficiente, teniendo enfrente a un equipo como el Atlético. O a jugadores como Joao Félix. El 0-0 era mejor noticia incluso para el conjunto rojiblanco, indemne en el marcador, que para el bloque de Unai Emery.
Hasta entonces, todo estaba bajo control. Después, no tanto. Porque el Atlético cayó menos en la trampa, porque ya no había tanta frescura y porque ya sí hubo margen a lo inesperado.
Reducidas las ataduras tácticas, abiertas las líneas, agrandados los espacios, el contragolpe de Griezmann, que terminó fuera, desató el asalto final por la victoria, que pudo ser para el Atlético (Rulli le tapó el gol a Cunha) y fue para el Villarreal, cuando menos lo parecía.
El 0-1, en el minuto 73, señala a Nahuel Molina. Su naufragio ya había sido perceptible en un puñado de jugadas, pero fue completo cuando despejó un balón que no iba a ningún lado. Y lo hizo tan mal que, encima habilitó dentro del área, sin oposición, a Yemery Pino hacia el gol. Su derechazo cruzado fue inabordable para Oblak, expuesto ante tales circunstancias, ante el gol de la victoria del Villarreal, imposible sin el larguero que escupió el cabezazo de Cunha y sin la parada milagrosa de Rulli a Carrasco inmediatamente después. Con Molina expulsado, Gerard Moreno sentenció en el 95 con el 0-2.
RESULTADOS DE LA JORNADA
Agencias