NotMid 10/03/2022
Deportes
Al Barcelona no se le da bien Europa y si el Benfica le echó de la Champions, el Galatasaray hundido en la miseria de la Liga turca amenaza con cerrar de golpe su aventura en la Europa League.
Si en 2004 fue el Celtic de Glasgow el que echó al equipo azulgrana que entrenaba Rijkaard y en el que jugaba Xavi en los octavos de final de lo que entonces se llamaba Copa de la UEFA, al cabo de 18 años la misma eliminatoria le tiene al borde del colapso.
Había probablemente una euforia desmedida alrededor de este Barça que llegaba al partido después de enlazar cuatro victorias consecutivas, de pasar por encima del Valencia, del Napoli y del Athletic; de saber sufrir en Elche y dar la sensación de estar en velocidad de crucero para llegar al Clásico del 20 de marzo, un partido que, de pronto, pasó de ser temido a esperado.
Así se entiende la frustración final del Camp Nou, donde no se podía acabar de entender que un Galatasaray derrumbado fuera capaz de congelar los ánimos de esta manera. La resistencia turca tuvo algo de extraño… Y fue a ocurrir, las casualidades, un día después de que el barcelonismo contemplara por televisión como el Real Madrid pasaba de ser un cadáver a derrumbar al PSG instalado en la locura. Quizá la que a veces se echa en falta en el Barça.
Siempre se dice, y se repite, que el Madrid gana sin discutir el cómo mientras en el Barça se discute hasta la saciedad cómo se tiene que ganar. El Bernabéu entró en éxtasis el miércoles en 25 minutos de locura en los que el Madrid atropelló a un PSG sin alma, derrumbado y entregado a la miseria de la misma manera que el Camp Nou se entregó sin disimulo a un Barça plenamente reconocible y que quiso, siempre, ganar a su manera. Sin cambiar el plan hasta el final, desesperado, de Luuk de Jong.
A diez días del Clásico la euforia se frenó alrededor de un Barça que probablemente vivía en un estado de falso convencimiento. Avisó, reconoció Xavi que pensar en la Liga es una utopía (con bonitas palabras) porque el Madrid no falla y a cada semana que pasa se aventura más imposible imaginar en alcanzarle… Pero es que entre la rebelión madridista del miércoles y la rendición azulgrana del jueves se encuentra probablemente la realidad de los dos equipos.
El Barça tendrá que ganar en Estambul… Tal como ya hizo en Nápoles demostrando que es un equipo en crecimiento y del que puede esperarse lo mejor en clave de futuro. Ocurre que enfrentará al Galatasaray tres días antes de visitar el Bernabéu y lo que quería Xavi que fuera un viaje con la eliminatoria sentenciada para poder rotar y pensar en el Clásico acabará siendo una final, otra, sin vuelta atrás.
Barcelona se estrella contra la muralla turca y no pesa el Camp Nou
El Barcelona tendrá que hacer los deberes en Estambul después de que el Galatasaray enfriase la euforia en el Camp Nou, arrancando un meritorio empate tras 90 minutos en los que el juego del equipo azulgrana rebajó la euforia vista tras sus últimas cuatro victorias consecutivas. Un 0-0 que dejó el regusto de la decepción. Más aún después de ver por televisión la noche anterior como el Real Madrid era capaz de resucitar con una pasión desbordante que no se le vio al Barça por ningún lado.
Al Galatasaray le salvó, cierto, la actuación estelar de Iñaki Peña en la portería, demostrando que si el Barça quiere, de verdad, buscarle competencia a Ter Stegen no debe ir a gastarse dineros y comisiones. Le basta con recuperar al canterano que tiene cedido a un equipo que ayer le aburrió. Paró todo lo que tenía que parar Iñaki pero no jugó, ni por asomo, ni la mitad de lo que debió jugar el Barcelona y así se explicó ese empate que le obligará a dar el golpe en Turquía.
Xavi anunció cambios en la víspera y las rotaciones se hicieron notar en una alineación en la que aparecieron Èric García, Nico y Memphis, junto a Dest, quedando fuera además del no inscrito Alves y el sancionado Gavi Busquets y Piqué. No debía notarse, a la vista del esquema previsto por el entrenador azulgrana, la variación en los nombres, pero la primera parte descubrió un juego parsimonioso, lento, predecible y sin apenas profundidad, solamente instigada por Adama en su banda pero sin más acompañamiento.
Le costó horrores al Barça hacerse notar por más que su dominio territorial fuera constante en la primera parte, tan acentuado como insulso, sin apenas provocar problemas a la ordenada defensa de un Galatasaray que tuvo, en último término a Iñaki Peña como grn protagonista. El meta, cedido por el club azulgrana, se lució a los 26 minutos en un lanzamiento de falta de Memphis rechazando con la mano derecha un disparo que buscaba la escuadra. Y repitió a los 41 minutos, en otro disparo del neerlandés desde el vértice del área que sacó a corner con un excepcional rechace con la mano izquierda.
Poco más se hizo notar en ataque el conjunto azulgrana, que llegaba con comodidad hasta la zona de tres cuartos pero a partir de ahí ya no sabía como encontrar un hueco a no ser que el protagonista fuera Adama Traoré, insistente e incansable por la banda derecha pero cuyas internadas y centros no encontraban rematador.
REVOLUCIÓN INÚTIL
La paciencia se le acabó a Xavi al término de esa primera mitad, en la que el Galatasaray llegó a avisar una vez a través de una gran jugada de Artakoglu, cuyo disparo desvió providencialmente Èric García, y en la caseta resolvió devolver los galones a los veteranos Piqué y Busquets, quien recuperó su puesto en lugar de un Nico tan comprometido como fallón, además de dar entrada también al discutido Dembélé por Ferran Torres.
Comenzó así lo que parecía un partido nuevo… Pero que no fue más que, de entrada, la continuación de lo visto anteriormente. Bien plantado el Galatasaray en defensa, el peligro llegaba siempre por la banda de Adama sin que se encontrase a quien rematar sus centros. Y cuando había remate, como uno de Busquets, ahí volvía a aparecer Peña, soberbio, para despejar.
Así, con una revoluciòn sin resultados, le fueron entrando las urgencias al Barça al tiempo que le desaparecían las ideas. Entró Aubameyang y más tarde Luuk de Jong, recurso definitivo en este Barça de Xavi que le llama a la desesperada en nombre de los milagros.
Lo hizo después de que el poste evitase un gol de carambola de Frenkie de Jong y antes de que un fuera de juego milimétrico anulase el gol de Gomis que provocó pavor en el estadio. Y lo quiso intentar, sin ideas y con precipitación, el Barcelona hasta el final. Entre el griterío de una parte de la afición a la que le pareció preocupar entre poco y nada el mal juego de un equipo condenado al sufrimiento.
Agencias