NotMid 16/05/2022
DEPORTES
En el último partido en el Wanda Metropolitano de Luis Suárez, un goleador para la historia, el Atlético de Madrid honró a una leyenda ya indispensable del club rojiblanco con un partido del que rozó la victoria, aunque no fue posible, frustrada a última hora por el cabezazo de En Nesyri a cinco minutos del final que culminó la clasificación del Sevilla para la UEFA Champions League de la próxima temporada (1-1).
El testarazo irrebatible, llegando desde atrás para cazar el envío de Oliver Torres, desató la apoteosis del equipo andaluz, que no vio nada claro ni siquiera el punto en la casi hora y media de juego anterior hasta el gol; niveló el gol anotado por José María Giménez para el conjunto rojiblanco a la media hora del duelo, también de cabeza, e irrumpió en el tributo al ‘9’ uruguayo.
Un goleador infinito. Sus 82 partidos oficiales (83 si juega el próximo domingo contra la Real Sociedad) no alcanzan los 100 que exige la placa en el paseo de las leyendas del estadio rojiblanco. Pero nadie duda de que pertenece ya a la eternidad del club rojiblanco, a la memoria colectiva de la hinchada, a los hombres que permanecerán para siempre en la historia de un club con 119 años de existencia.
Luis Suárez iniciará otra aventura al final de la temporada, pero su legado, su Liga (la undécima de la entidad, en 2020-21), sus 34 goles, aquel remate apoteósico contra Osasuna en la penúltima jornada de la pasada campaña, el tanto que culminó y coronó como campeón al Atlético en Valladolid sobrevivirán al tiempo. Aclamado, con los 68.000 espectadores en pie, con el abrazo efusivo de Simeone, con su emoción, dan fe de lo que ha sido y siempre será el delantero charrúa para el Atlético. Una leyenda indiscutible.
El Atlético es por ahora tercero. Pero debe asegurarlo aún en la última jornada en su visita al Reale Arena de San Sebastián contra la Real Sociedad. El Sevilla lo acecha, a un punto, a falta de una jornada. Es la única situación que les queda por desvelar a ambos equipos, tras el empate con el que se resolvió el choque de este domingo en el Wanda Metropolitano.
La clasificación matemática para la Liga de Campeones ha liberado al Atlético. Fue indudable la incidencia de ello en su despliegue, su ambición, en la forma con la que enfrentó su último duelo en casa del curso. Descargado del peso agobiante que ha soportado durante toda la temporada y del que se deshizo el pasado miércoles en Elche, el equipo de Diego Simeone fue un equipo desatado en la presión, convencido de su poder, relanzado.
El físico imponente de un insuperable Reinildo anuló a Ocampos (cambiado al descanso); entre Kondogbia, De Paul y Koke transformaron el medio campo en un territorio inhóspito para el Sevilla, que tardó cuarto de hora en enlazar cuatro pases; Yannick Carrasco, por un lado, por otro, por el centro, al borde del fuera de juego, promotor del caos en su imprevisible repertorio, planteó un jeroglífico a la defensa del Sevilla…
Otro Atlético diferente al de casi toda la temporada, que oprimió de principio al Sevilla. Incluso, por momentos, lo zarandeó. Pero, sobre todo, lo limitó a casi nada en ataque con todo lo que tenía en juego, el pase para la máxima competición europea que ya es suyo del todo. Sólo un tiro cruzado de En Nesyri en los 48 minutos del primer acto por los que extendió su control el conjunto madrileño sobre el bloque andaluz, derrotado en los balones divididos, las segundas jugadas, el orden táctico…
Hubo fases a lo largo de todo el primer tiempo, aunque en prácticamente todas se jugó a lo que quiso el Atlético, si iba para adelante o si iba para atrás, dentro del plan de Simeone, que incidió en las innumerables dudas que rodean al Sevilla entre su vertiginosa caída en la segunda vuelta. De los 18 choques desde el ecuador del campeonato, tan solo ganó cinco. No es casualidad. Es una evidencia de que no es el que fue en todo el primer tramo liguero.
El gol de Giménez a la media hora, imponente en el salto, incontestable en el remate, puso en evidencia el presente del Sevilla. Su cabezazo fue tan imparable porque nadie lo cubría a su alrededor, porque cuando se elevó para conectar el saque de esquina de Carrasco lo hizo tan solo que, en la dimensión de estos equipos, es una concesión inadmisible, más aún en la concentración que exige una situación como la suya.
La celebración con rabia del uruguayo desprende la dificultad por la que se ha movido en esta temporada, entre las lesiones y las circunstancias. Un grito al cielo reivindicativo del ‘2’ rojiblanco, que abrió camino en el triunfo del Atlético e invitó a su adversario a una reflexión en el intermedio, no sólo por el 1-0, sino por casi todo. Implicó dos cambios: Jesús Navas por Montiel, amonestado; Tecatito Corona reemplazó a Lucas Ocampos, doblegado.
Fuera del once inicial, el futbolista mexicano entró para cambiar el partido. Salvo algún detalle, no lo hizo del todo. Siempre se movió el encuentro por los mismos parámetros, incapaz el Sevilla de remover el duelo hasta el gol de En Nesyri, incluso superviviente porque el Atlético no había aprovechado alguno de sus acercamientos sobre el área de Bono, como el cabezazo de Luis Suárez antes de su despedida del Metropolitano en el minuto 58 (sustituido por Matheus Cunha) o el disparo de De Paul que repelió el guardameta visitante a saque de esquina.
La respuesta del Sevilla fue el 1-1 de En Nesyri a última hora para clasificarlo para la Liga de Campeones y reponer en juego el tercer puesto en la última jornada.
RESULTADOS DE LA JORNADA
LA TABLA
Agencias (Google)