NotMid 23/12/2024
DEPORTES
Diego Simeone, quien el lunes celebra 13 años como técnico del Atlético, nunca había ganado a domicilio al Barcelona y fue a hacerlo una noche en la que la desgracia se vistió de azulgrana.
No mereció ese castigo el equipo de Flick, pero perdonó tanto en el remate que el castigo final fue tan cruel como durísimo de aceptar.
Nunca había enlazado tres derrotas ligueras el Barça como local y el golpe ahora se adivina dramático y bestial a partes iguales. Por más que la afición de Montjuïc despidiera con tímidos aplausos a sus jugadores, reconociendo su esfuerzo y desgracia, la realidad muestra que el Barcelona sigue su hundimiento en el campeonato: solo ha sumado 5 de los 21 últimos puntos y puede irse de vacaciones en tercer lugar… Cuando empezó noviembre aventajando en diez puntos al Atlético.
No lo mereció el Barça pero sí lo mereció Oblak, un gigante en la recta final que le aplastó. Los porteros ganan puntos a veces imposibles de explicar y aunque Iñaki Peña, que salvó dos ocasiones claras, tuvo una muy buena actuación, la del portero esloveno fue, sencillamente, monumental.
Pidió en la previa Hansi Flick una intensidad multiplicada de inicio, a imagen y semejanza del partido ante Borussia Dortmund, donde el Barça disfrutó de hasta tres ocasiones en cinco minutos, y sus jugadores siguieron sus instrucciones a la perfección, sometiendo al Atlético a un asedio que provocó una catarata de llegadas al área de Oblak.
Y determinó que el equipo azulgrana recuperase la imagen y el ritmo que mostró en la primera fase de la temporada, dominando a un rival incapaz de plantarle cara, que apenas si traspasó con mínimo peligro el centro del campo y que se salvó de un castigo mayor que mereció el Barça.
El gol, golazo, de Pedri a la media hora premió la superioridad de unos y castigó la impotencia de los otros… Pero no le dio toda la sustancia que probablemente mereció el líder, que se marchó a la caseta con la sensación, cierta, de haber dejado en pie a un Atlético al que pudo haber tumbado por KO.
Y el perdón del primer tiempo se convirtió en la penitencia del segundo. Volvió a salir disparado el Barça y a rozar el 2-0 en un inicio fulgurante. Pero el ejercicio de resistencia colchonero fue minando la moral azulgrana hasta que a la hora de partido cambió todo.
Todo cambió a patir de un error clamoroso del árbitro, señalando como falta un balón rebotado en la cabeza de Axel Witsel, tras un disparo de Robert Lewandowski al rechace del travesaño contra el que se estrelló Raphinha. De corner a falta y de falta… al empate de Rodrigo de Paul, en una jugada mal defendida por el Barça y conducida con precisión por el Atlético.
Desde ahí muchos nervios y poco futbol. Y mucho Oblak también. Porque si Iñaki Peña, soberbio, salvó el 1-2 a Julián Álvarez, el portero esloveno evitó el gol ante Lewandowski en dos ocasiones, ante Olmo en otra, frente a Raphinha en una más y respondiendo a Pedri en otra.
Ya se empezaban a lamentar unos y calmar los otros con el empate cuando en tiempo añadido, casi al final de los seis minutos de alargue, llegó el golpe de Sorloth. La euforia del Atlético, la depresión del Barça y la alegría insidimulada de un Simeone que, por fin, rompió su racha en Barcelona.
Y el Barça… en caída libre.