Se busca a alguien que consiga con una línea de dialogo despertar la empatía del votante
NotMid 12/01/2023
OPINIÓN
JORGE BENÍTEZ
Como el político es un señor o señora que dice algo y luego todo el mundo se muestra en desacuerdo, Alberto Núñez Feijóo ha comenzado el año anunciando proyectos y fichajes. Por si cala algo. Como la lluvia intermitente caída estos días. Es la respuesta lógica a la comparecencia de Pedro Sánchez la semana de Navidad en la que lanzó una batería de medidas con escenografía de presidente que anuncia la llegada humana a Marte. Ambas intervenciones son una forma de mantener la tensión en escena hasta las próximas elecciones de diciembre y la prueba de que los candidatos ya han comenzado con su casting de guionistas.
Se busca a alguien que consiga con una línea de diálogo despertar la empatía del votante. Vale cualquier estilo: desde el noño hasta el quincallero. Es el recurso imprescindible que humaniza con eslóganes baratos la política, ese mundo darwiniano de suma cero.
¿Se acuerdan del «puedo prometer y prometo» de Suárez escrito por Fernando Ónega? ¿Del «indecente» de Pedro Sánchez dirigido a Rajoy en un cara a cara? Qué decir del cuento de la Niña de Mariano, que era como si Álvaro Cunqueiro te contara la muerte de la madre de Bambi. Gloriosos todos.
Un buen guionista político conoce bien la consigna que imperaba en el viejo Hollywood: da un giro en los últimos dos minutos y vivirás muy bien. Da un giro en los últimos segundos y podrás comprarte una casa en Bel-Air. Igual pasa con La Moncloa.
En su formación no importa tener un máster, sino haber leído las Obras completas de los hermanos Álvarez Quintero, que eran los Javis de los gobiernos del conde de Romanones. Sus sainetes esconden las estrategias del guionista político nacional. A la mente viene el rollo de papel higiénico que sacó Albert Rivera en un debate, que era un mensaje inteligente para las masas porque, según me consta, todos los votantes cagan.
Stanislavski dijo que los últimos noventa segundos son los más importantes de una obra y por tanto tiene que suceder algo extraordinario. Por eso el guionista bajo presión el día de estreno parece que conoce de memoria a Montaigne, que se traviste de Norma Duval o que va ciego a Cutty Colas.
El buen guionista político a lo David Mamet intenta conseguir como en los clásicos que el candidato privado de amor se vuelva simpático, que se descubra que el pretendiente hasta ahora sospechoso merece acabar con la chica y que el trovador amante resulte ser el rey del castillo. En definitiva, que se le vote. Coger la papeleta, doblarla, introducirla en el sobre, esperar la cola, mostrar el DNI y depositarla en la urna son los noventa segundos que realmente importan al guionista.
Una exclusiva: Sánchez tiene ventaja porque cuenta en sus filas con el guionista más sólido y de mayor reputación en la industria de los sueños: el BOE.