NotMid 31/03/2024
OPINIÓN
JAVIER REDONDO
Coronar cerros y montes y posar y plantar a las puertas de las ermitas es un saludable hecho diferencial vascongado que reivindican robustos los nacionalistas de la región. El ascenso lo practican dondequiera que estén. En Santiago de Chile se encuentra el cerro de San Cristóbal, a casi 1.000 metros de altitud. Se sube en funicular o teleférico. A los pies de la imponente imagen de la Inmaculada Concepción se sitúa la capilla de Santa María Virgen. Justo delante, a su izquierda, bien visible, hay un árbol de Guernica, enviado por las Juntas Generales de Vizcaya, plantado en 1931 y protegido por cuatro pequeñas ikurriñas que adornan el perímetro. El espacio se llama la plaza Vasca y dispone de un banco de cemento en el que figuran incrustados los escudos de las provincias que los nacionalistas vascos reivindican como propias.
En Guipúzcoa hay otro monte singular y fronterizo: Larrun -La Rhune para los franceses-. También a 900 metros sobre el nivel del mar. Pío Baroja lo llamó el «centinela de los Pirineos». En la cumbre se halla la ermita del Espíritu Santo, donde hace cuatro siglos se celebraban misas negras. En torno al monte y muy cerca de Zugarramurdi se reunió la secta de las sorguiñas -sacerdotisas-. La hechicería, cuenta Baroja, produjo una religión popular en pugna con la oficial. Sucede algo similar en la política vasca: la superstición tribal que representa Bildu desafía el credo oficial que defiende el PNV, impecable modelo de partido-estado.
«Las sorguiñas vascas tenían algo de walkyrias», escribe Baroja. Si lo supiese Díaz, echaría el resto en campaña. Pero como no lo sabe, el papel lo quiere desempeñar la candidata de Podemos, Gorrotxategi, que proclama: «Sólo nosotras apoyaremos a un gobierno de izquierdas sin el PNV». Señala el «camino». Quizás ni siquiera consiga su escaño, pero su raquítico Podemos ejerce todavía de pegamento en Madrid con Bildu y ERC. «La hostilidad contra la religión oficial se advierte en que el día de San Juan, el día del culto al sol, las brujas iban a las iglesias e insultaban a los santos y les hacían con la mano la señal de la higa». Las instituciones españolas y francesas decidieron acabar con las profanaciones y bacanales y enviaron a la Inquisición. Como solía ser, las sentencias del tribunal de Burdeos fueron más crueles que las del de Logroño.
Ortuzar no se fía de Sánchez, a pesar de las insistentes -por eso sospechosas- declaraciones del candidato Andueza, que asegura claudicante que el PSE no promocionará a Bildu a la lehendakaritza. Ayer peregrinó junto con un nutrido grupo de jeltzales al monte Bizkargi. Posaron delante de la ermita de Santa Cruz con el fin de proteger el oasis, culto y hegemonía oficial. El nacionalismo era un fenómeno pendular que oscilaba entre País Vasco y Cataluña. Sánchez ha forjado un sistema de dependencias cruzadas -entre regiones e intrarregiones- que convierte cualquier pronóstico en brujería.
Las juventudes de Bildu, los nuevos hechiceros; cachorros enjutos, farrucos y penetrantes escuchan a su líder, Otxandiano, que les arengó: hay en las cuevas de Lamias, Arroyo del Infierno y Castillo de los Brujos una «pulsión de pueblo». Han vuelto y el inquisidor hoy está de su parte.