Una paz que consolide la victoria de Putin a los mil días de guerra pone a Europa en riesgo de sufrir una futura agresión rusa
NotMid 19/11/2024
EDITORIAL
La decisión de Joe Biden de permitir a Ucrania el uso de sus misiles de largo alcance para atacar territorio ruso es un movimiento arriesgado que, sin embargo, responde a la necesidad estratégica de fortalecer a Kiev de cara a una negociación con Moscú que Donald Trump quiere forzar nada más tomar posesión en enero. El presidente en funciones imprime así en los estertores de su mandato un drástico giro a la guerra que, al cumplirse mil días, probablemente no cambiará su curso pero puede equilibrar las fuerzas.
El permiso para usar los poderosos ATACMS -misiles con un alcance de hasta 300 kilómetros- se limita a la provincia rusa de Kursk, parcialmente ocupada por las tropas ucranianas y sobre la que se espera una ofensiva con participación de soldados norcoreanos. Con la luz verde a su lanzamiento, Washington pretende asestar un golpe disuasorio no sólo ante Rusia, sino también frente al eje que forman Irán, China y Corea del Norte, que, además de armas, ha suministrado al Kremlin miles de militares para combatir, en un peligroso salto cualitativo en la alianza.
El órdago de Biden apuesta por que Vladimir Putin no escalará ahora el conflicto respondiendo con armas nucleares -tal y como prometió si se atacaba su territorio con armamento occidental- ante el inminente regreso de Trump, con quien mantiene buena sintonía y que ha prometido acabar con la guerra «en 24 horas» sin precisar cómo, pero sobreentendiendo que Moscú consolidará sus conquistas en territorio ucraniano.
El conflicto a las puertas de Europa atraviesa un momento decisivo. La elección de un presidente aislacionista, crítico con la OTAN y próximo a Putin coloca a Ucrania en una posición de debilidad que corresponde a sus socios europeos contrarrestar para que Kiev se siente a la mesa de diálogo en la mejor posición posible. Porque cualquier paz que consolide la victoria total de Rusia pone a Europa en riesgo de sufrir una futura agresión.
Por ello, es necesario que tanto la UE como los socios de la OTAN reafirmen el apoyo incondicional que han brindado hasta ahora a Ucrania para buscarle una salida digna. También se hace preciso que ofrezcan una imagen de unidad que lamentablemente se quebró la semana cuando el canciller alemán, Olaf Scholz, llamó unilateralmente a Putin justo después de convocar elecciones tras la ruptura de la coalición. Exhibía así una imagen de debilidad y división europea que da alas al Kremlin, que al día siguiente lanzaba un masivo ataque contra la infraestructura energética ucraniana.
El fin de la guerra pasa por garantizar que Rusia no salga impune ni victoriosa tras la invasión de un país soberano y que Kiev obtenga garantías tanto de soberanía política y económica como de seguridad, a través de la integración en la UE y, al menos parcialmente, en la OTAN.