NotMid 30/12/2023
OPINIÓN
ORFEO SUÁREZ
Katia Ancelotti suele decir que el gesto de elevar la ceja de su padre es la forma que tiene el italiano de licuar su mala leche sin perder el equilibrio ni que afecte a su discurso. En la peor situación, es capaz de responder con humor o utilizar el sarcasmo, pero jamás perder la calma. Para un “entrenador top”, como decía Mourinho, es clave saber jugar el partido que se juega después del partido. Que se lo pregunten a quienes rodean a Xavi, que cruzan los dedos antes de cada rueda de prensa. Para el Real Madrid, un club poderoso, presidencialista, pétreo y conservador, es el entrenador ideal. Por dura que sea la borrasca, el portaaviones no se zarandea y avanza.
Carlo Ancelotti no se ha criado en el Madrid como lo hizo Vicente del Bosque, que no levantaba la ceja, pero se atusaba el bigote y aludía al cuento del padre, el hijo y el burro, parte del legado castellano del Conde Lucanor, para dar la razón a todos y a ninguno. Lo mismo en el vestuario: “Mandan los jugadores y se hace lo que dice el entrenador”. Hombres de empresa, ambos, que no quiere decir necesariamente hombres de presidente. Ancelotti ha cohabitado con los más importantes, Berlusconi, los Agnelli, Abramovich, Al-Khelaifi y Florentino Pérez. Lo suyo es un Máster. Una de las primeras cosas que hizo al llegar al Madrid, en su primera etapa, fue pedirle a Fernando Hierro que le organizara una comida con el salmantino. había conexión, respeto y mucho que compartir.
Ningún entrenador tiene tantas Champions como Ancelotti: cuatro, dos con el Milan y dos con el Madrid. Las mismas suma Del Bosque con el equipo blanco. Zidane, que ha cohabitado con ambos como jugador y hasta como segundo, y es todavía más impenetrable, cuenta con tres. Siete, en total, más la conquistada por Jupp Heynckes, son el botín de la época moderna del club. El alemán acabó superado, pero implosionó, no explotó hacia afuera, y la Séptima llegó en buena parte gracias a la autogestión, con Hierro como líder.
Miguel Muñoz fue el entrenador de la quinta y la sexta, la de la última de Di Stéfano, con el que había compartido equipo, y la del Madrid ye-yé. Un tránsito de jugador campeón a entrenador campeón sin perder la calma. Cuando algún periodista le preguntaba cómo estaba, dada la presión de los partidos, contestaba con sorna: “Sentao”.
La renovación de Ancelotti es, pues, la renovación del perfil que mejor encaja, según dice la historia del Madrid, una historia que no se entiende sin la Champions, la Copa de Europa. El curso pasado, con la hecatombe ante el City, no fue bueno, pese a la Copa, y las dudas no han desaparecido del todo. Sin embargo, la buena marcha del club actualmente recomendaba reforzar la estabilidad y alejar la seducción brasileña, aunque en el fútbol eso jamás signifique un cheque en blanco. Si en mayo el balance es malo, todo puede volver a replantearse.
Entrenadores de otro estilo han ganado títulos en el Madrid, por supuesto, pero no en el gran escenario continental. En pleno proceso de cambio generacional, el Madrid podría haber explorado ya opciones de técnicos emergentes, con Xabi Alonso en el radar, pero la realidad es que, salvo urgencias, al club no le sientan bien las revoluciones. La última fue la de Mourinho, clave para enfrentar la hegemonía del Barça de Guardiola, pero con dañinos efectos colaterales.
No todo lo que Ancelotti hace gusta en la cúpula, claro, y el propio entrenador lo sabe y lo asume, pero su prioridad ha sido siempre la de continuar en un club de la aristocracia en la que siempre ha habitado, pese a sus orígenes humildes en los campos de la Emilia-Romaña, y la de pasear por una ciudad que le encanta con su chaleco de notario del barrio de Salamanca. Escuchar lo que dicen, dentro y fuera, y hacer lo que quiera es parte de su Máster. Si quieren saber más, miren su ceja.