La izquierda ha sido la equivocada ahora, animada por el recuerdo de lo sucedido en julio. La expectativa se cuadró y deja a un PP bendecido y al Gobierno en mínimos
NotMid 19/02/2024
OPINIÓN
LUCÍA MÉNDEZ
Galicia sigue votando según su personalidad. A los gallegos les gusta la calma y la estabilidad. Galicia tiene una concepción distinta de la plurinacionalidad que el resto de las comunidades históricas españolas. Son nacionalistas a su manera, quizá más orgullosos de su identidad que otros que presumen más. El PP gallego lo sabe, por eso se identificó con este paisaje, y por eso nunca perdió la mayoría absoluta cuando en las demás autonomías Ciudadanos le mordió la mitad de votos y en el Congreso se quedó en los huesos con 66 escaños.
Galicia le ha dado la Xunta a Alfonso Rueda, que adelantó las elecciones precisamente para esto, una gran alegría a Alberto Nuñez Feijóo, una alternativa de futuro a Ana Pontón, un escaño de colores a Jácome, un importante disgusto a Pedro Sánchez y también le ha dado la espalda ostensiblemente a dos líderes nacionales, Yolanda Díaz y Santiago Abascal. Desde hace décadas, la sociedad gallega ha asumido al PP como el partido que mejor la representa. Empezó Fraga, siguió Feijóo y ahora le toca el turno a Alfonso Rueda. En los últimos años, no se ha producido ninguna convulsión, ningún escándalo ni estremecimiento alguno en esta comunidad para que los gallegos decidieran cambiar el Gobierno de la Xunta. Sólo ha habido una novedad importante en la flemática comunidad del Noroeste. Galicia envió al que fue su presidente a Madrid a probar suerte en la política nacional. Feijóo dejó a Alfonso Rueda cuidando la herencia. Un hombre tranquilo, que es seguramente lo que Galicia quiere y necesita.
Sin embargo, el ex presidente Feijóo, emigrante en Madrid, necesitaba un cariño de su tierra y una nueva bendición del Apóstol para seguir en Génova sin desfallecer. En su importante Atlas de las emociones humanas, la profesora Tiffany Watt Smith recoge la palabra galesa Hiraeth que nos puede inspirar para la vuelta de Feijóo a estas elecciones para echar una mano a Rueda. «Hiraeth describe una conexión profunda con la tierra natal, e ilumina con un resplandor casi mágico sus bosques y colinas. Pero no es un sentimiento de acogimiento o comodidad. Más bien es un sentimiento de anhelo, e inquietud, como si algo estuviera a punto de perderse para siempre. Hoy se asocia más con los emigrados, que la experimentan con mayor fuerza cuando vuelven a casa, pues saben que pronto tendrán que volver a irse». Feijóo es un emigrado que necesitaba regresar para volver a irse a Madrid con las pilas cargadas. Qué alivio. Galicia le sigue queriendo, incluso por persona interpuesta, y el Apóstol continúa intercediendo por él. Quizá ahora lo que toca es dejar que Rueda vuele solo.
Galicia sigue queriendo a Feijóo incluso por persona interpuesta
Galicia ha votado con sus claves, asestando un golpe al síndrome del 23-J. Consiste en considerar que la política vive eternamente al borde de un ataque de nervios, pendiente del último voto, del último tuit o de la última ocurrencia en guerras culturales. Igual es que en Galicia la gente vive la política de otra manera. El síndrome del 23-J es el que espera la sorpresa continua, las gestas épicas de Sánchez, el fiasco de las encuestas, los golpes de efecto de la campaña, las meteduras de pata de Feijóo, la identificación del PP con Vox. El síndrome del 23-J es dejarse llevar por las expectativas sin pensarlo dos veces. Lo padeció el PP en las generales, con gran trauma posterior. En esta ocasión, el síndrome 23-J ha equivocado a la izquierda nacional. Las expectativas igual eran demasiado altas. Los sondeos daban un escenario un poco abierto en Galicia, pero no tan incierto como señalaban desde Ferraz o Moncloa. El síndrome 23-J, el del pasmo y sobresalto, ha afectado incluso al PP en los últimos compases de la campaña.
Llegaron a temer y a pensar que un Off the record de Feijóo con periodistas a mitad de la campaña, y sus contradicciones sobre la amnistía y los indultos, iba a cambiar el voto de los ciudadanos gallegos, yéndose a votar a Vox, que jamás existió en estas tierras. Rueda, del que se dijo que no era ni muy conocido ni muy carismático, ha hecho su campaña en Galicia, hablándole a los gallegos de las cosas que les preocupan. Ha tenido la paciencia de poner buena cara y ser agradecido con quien le puso ahí, a pesar de que el presidente nacional le opacaba con su presencia constante en la campaña. La tutela es una tentación de todos los líderes que hacen grande a un partido. En el PP hay bastante jurisprudencia en este particular. Un dato, mayor o menor según se mire. Rueda ha sacado más votos que Feijóo.
Los socialistas han engordado a los partidos nacionalistas
El síndrome del 23-J era tan potente que incluso comparamos la campaña de generales de Feijóo con la del 18-F. La izquierda subrayó que eran los mismos errores y que este mes de febrero asestaría un golpe definitivo al liderazgo de Feijóo. Ya estaban preparando las reacciones a los desayunos madrileños de las próximas semanas de Isabel Díaz Ayuso. En esta cesta puso todos los huevos Sánchez. Y su partido se ha quedado con 9 escaños.
Ana Pontón -gran estrella ascendente de la izquierda- le ha pegado un mordisco al PSOE gallego del que quién sabe si logrará recuperarse. Sánchez hizo campaña en Galicia contra Feijóo. Los gallegos no le han escuchado. Los socialistas han engordado a los partidos nacionalistas. Y eso permite gobernar a Sánchez en alianza con los nacionalismos periféricos. Ha sido una estrategia útil para el presidente, pero la legislatura pende de un hilo y en las primeras elecciones celebradas después de conocer sus tratos con Puigdemont, su partido se queda con 9 escaños. Si Feijóo hubiera tenido que reflexionar de perder la Xunta, igual le toca hacerlo a Sánchez.