Donde hay placer no necesariamente hay esperanza. Dicho de otro modo: lo que nos pone no es siempre lo que nos conviene
NotMid 26/06/2024
OPINIÓN
A Javier Milei podemos agradecerle que haya abierto un debate entre los liberales de España en general, y de este diario en particular. Ya saben que me sorprende que el libertario Milei levante pasiones entre liberales cuerdos. ¿Por qué lo enaltece la presidenta de una región que, digan lo que digan, es una socialdemocracia? Sospecho que muchos lo celebran como yo celebré hace unas semanas que el boxeador Antonio Barrul noqueara a un maltratador que había agredido a su mujer y amedrentaba a las familias presentes en una sala de cine. ¿Quién no disfruta un ramalazo de justicia poética? ¿Quién puede resistirse a las venganzas del karma? El afán justiciero es humano, pero tiene sus riesgos, especialmente en la esfera política. A veces nos ciega el placer de ver rabiar a los malos.
Este principio comparece en todos los movimientos populistas que, apelando a las entrañas del votante, nublan las implicaciones morales y las incertidumbres del futuro con la orgía kármica del presente. ¿Cómo no jalear la mano dura de Bukele con las maras? ¿Cómo no disfrutar del rugido de la motosierra de Milei ante el hipertrofiado Estado peronista? ¿Cómo no celebrar la revolución cubana en 1959 tras una década de ignominia yanki en la región? El problema, en la política y en la vida, es que donde hay placer no necesariamente hay esperanza. Dicho de otro modo: lo que nos pone no es siempre lo que nos conviene.
Entiendo que erigirse en némesis de la corrupción peronista y su maquillaje solidario convierte a Milei en ídolo de muchos liberales. Y entiendo que Ayuso quiera alejarlo de la sombra de Vox y colocarlo a la suya: Milei no es sólo un artillero sonoro en la gran guerra cultural, sino una chincheta en el sillón de Pedro Sánchez. Pero a Milei debemos juzgarlo también por sus ideas, no sólo por su capacidad de hacer rabiar al adversario. Y con las ideas de Milei no se construye la sociedad que, con sus imperfecciones, hoy disfrutamos. Milei se jacta de ser un topo dentro del Estado, «el agente que destruirá el Estado desde dentro». Aplicar su libertarismo pueril y confesional (los impuestos son un robo, la izquierda es envidia y la envidia es pecado, todo aborto es un asesinato) sería un retroceso. De acuerdo, Milei es el azote del peronismo, el coco de los rojos, pero con tanta pleitesía uno esperaría que fuera algo más.