China ve con agrado a Jorge Toledo y recuerda la buena relación tradicional con España
NotMid 11/0772022
LUCAS DE LA CAL
ASIA
Cuando hace un mes se confirmó oficialmente que un veterano diplomático español, Jorge Toledo Albiñana (57 años), sería el nuevo embajador de la Unión Europea en China, en los corrillos de la sede de la UE en Pekín se comentaba que había sido una apuesta personal del alto representante Josep Borrell.
Había que tratar de reconducir, o al menos apaciguar, las relaciones en declive de Europa con China. Respecto al embajador saliente, el francés Nicolas Chapuis, sinólogo experimentado, hace tiempo que desde sus oficinas señalaban su desgaste en el puesto y su poca interlocución directa con el Gobierno chino, al que acusó el año pasado de mantener una hostilidad hacia Occidente comparable a la era de Mao Zedong.
Albiñana viene de Japón, donde ocupaba el cargo de embajador de España desde 2018. Conoce bien Asia y también las trincheras de Bruselas porque, con Mariano Rajoy en La Moncloa, fue secretario de Estado para la UE. Su perfil agrada en Pekín. «Con Borrell hemos tenido algún sobresalto, pero nos gusta la forma complaciente de hacer diplomacia de los españoles. No buscan la confrontación con China», asegura a este periódico un alto funcionario del Ministerio de Exteriores de Pekín.
Era hasta ahora embajador en Japón y fue secretario de Estado con Rajoy
Algunos funcionarios de la UE en la capital del gigante asiático se muestran expectantes con el nombramiento de Albiñana, que será el primer español en dirigir una de las delegaciones más importantes de la Unión Europea. No dudan de la capacidad del ex embajador en Tokio en defender los intereses europeos ante el coloso chino. Pero sí se sorprenden de que cada vez haya más españoles influyendo en las relaciones entre Bruselas y Pekín.
Albiñana, nuevo embajador en Pekín. Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Incluso la jefa de comercio entre la UE y China es española: Eva Valle Lagares, con una carrera de más de dos décadas en la Comisión Europea y que ya dirigió las oficinas comerciales de Hong Kong y Macao.
Fue Wen Jiabao, ex primer ministro chino, quien en 2009 dijo que España era el mejor amigo de China en Europa. Desde entonces, esa cantinela se ha repetido a menudo tanto en Pekín como en Madrid, independientemente de quien gobierne. En el gigante asiático no se olvidan de que España fue el primer país de la UE que estuvo a favor de levantar el embargo de armas, vigente desde la masacre de Tiananmen en 1989. El ex presidente Zapatero fue firme defensor de ello. El mismo Zapatero que el año pasado alabó el multilateralismo y la apertura comercial del país asiático en una columna en el China Daily, uno de los tentáculos mediáticos de propaganda más engrasados del Partido Comunista Chino.
En Bruselas se considera que ha sido una apuesta personal del Borrell
España nunca ha tenido un gran peso económico o político dentro de China. Pero, a diferencia de otros países europeos, desde el régimen comunista siempre han visto a España como un país simpático y neutral. También como un buen terreno fértil en el que invertir. La cadena estatal china CCTV destacó hace unas semanas que China era indiscutiblemente el principal proveedor de España fuera de la UE y que el año pasado fue el cuarto destino europeo favorito para invertir por parte de las compañías chinas, sobre todo en sectores estratégicos claves como la energía, con una inversión que superó los 660 millones de euros, una clara tendencia ascendente desde los 350 millones en 2020.
«Hasta ahora, la política española hacia China ha sido bipartidista. El presidente Pedro Sánchez apoyó la posición de la Comisión de la UE que declaró a China un rival sistémico que promueve modelos alternativos de gobernanza, pero esto no significa que Madrid esté totalmente de acuerdo con la visión estadounidense de China como un competidor cercano y su desafío geopolítico más importante», dice un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un think tank con sede en Washington. Recuerda cómo en medio de la crisis económica de 2008-2010, China compró cantidades significativas de deuda española (alrededor del 12% de la deuda en manos extranjeras en esos años) y se convirtió en su segundo acreedor internacional.
La jefa de relaciones comerciales con China es también española
Un veterano diplomático chino destaca que España siempre ha sido un país poco ruidoso, que no se suma en solitario con la voz muy alta a las condenas en cuestiones de derechos humanos. «Cuando hay temas más complejos, como críticas de derechos humanos, España se escuda mucho en Bruselas, diciendo que seguirá la línea que la UE mantenga para las relaciones con China. Parece que no tiene voz propia», opina Shiany Pérez-Cheng, doctoranda sobre Relaciones Internacionales de Asia e investigadora de desinformación y operaciones de influencia de China.
«España juega a dos bandos en función de sus propios intereses. Lo que puede sacrificar para agradar a China sin que tenga coste para sus alianzas occidentales, lo va a sacrificar», sentencia Shiany, que toma como ejemplo un convenio de extradición por el que España se ha convertido en el país que más taiwaneses ha deportado a China.
En 2017, después de una operación contra una mafia taiwanesa que estafaba a chinos desde España, desde el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos dieron un tirón de orejas a Madrid citando el compromiso declarado de España de evitar las deportaciones a países con una alta probabilidad de tortura o pena capital. Pero la Audiencia Nacional defendió que el derecho internacional acepta cada vez más el principio de «una sola China», que afirma que Taiwán, la isla con un gobierno autónomo que Pekín considera una provincia separatista, es un territorio más de China.
Agencias